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1 Conferencia Comunista Latino Americana
1‑12 junio 1929

Octava sesión
4 junio 1929

La lucha antiimperialista y los problemas de táctica
de los Partidos Comunistas de la América Latina (cont.)

 

 

Fuente:

S.S.A. de la I.C., El Movimiento revolucionaria latino americano. Versiones de la Primera Conferencia Comunista Latino Americana, Junio de 1929.

La Correspondencia sudamericana, Buenos Aires

 

 

 

 

 

 

Establecido: septiembre 2018

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1 Conferencia Comunista Latino Americana - Índice

 

 

 

 

 

 

Prieto (Presidente). ‑ Continúa la discusión sobre el punto de la orden de día referente a la táctica. Tiene la palabra el compañero Villalba, delegado por Guatemala.

Villalba (Guatemala). [...]

Juárez (Cuba). [...]

Villalba (Guatemala). [...]

Ramírez (Uruguay). [...]

Padilla (Ecuador). [...]

Arano (Ecuador). [...]

González Alberdi (Argentina). [...]

Zamora (Perú). ‑ Compañeros: Quiero declarar ante todo, que por el calor que ponga en mi intervención al defender el punto de vista que sostengo con toda sinceridad, no vayan a creer los compañeros que no admita la crítica de los camaradas, o que ella me sea molesta. Nada de eso debe atribuirse a mis palabras. Hemos venido, los compañeros del Perú, a solucionar un asunto que a todos nos interesa como revolucionarios, y apreciamos en su justo valor, las intervenciones de los compañeros, encaminadas a evitar que incurramos en algún error que más tarde se pueda reflejar en nuestro Partido. Quiero, pues, que se produzca la crítica severa sobre nuestras proposiciones, la que será bien recibida y contestada con la máxima sinceridad.

En la cuestión antiimperialista, la delegación peruana tiene cierta experiencia, puesto que su plataforma, o mejor dicho, su programa antiimperialista, es la consecuencia de discusiones profundas llevadas a cabo en nuestro Grupo, cuyo origen se debe buscar en la constitución del APRA.

Permítanme los compañeros que dé lectura al programa que nosotros hemos presentado sobre la lucha antiimperialista, que creo, precisará nuestro punto de vista al respecto:

Punto de vista antiimperialista[1]

1) ¿Hasta qué punto puede asimilarse la situación de las repúblicas latinoamericanas a la de los países semicoloniales? La condición económica de estas repúblicas, es sin duda, semicolonial, y, a medida que crezca su capitalismo, con la penetración imperialista, tiene que acentuarse este carácter de su economía. Pero las burguesías nacionales, que ven en la cooperación con el imperialismo la mejor fuente de provechos, se sienten lo bastante dueñas del poder político para no preocuparse seriamente de la soberanía nacional. Estas burguesías, en Sudamérica, que no conocen todavía, salvo Panamá, la ocupación militar yanqui, no tienen ninguna predisposición a admitir la necesidad de luchar por la segunda independencia, como suponía ingenuamente la propaganda aprista. El Estado, o mejor, la clase dominante, no echa de menos un grado más amplio y cierto de autonomía nacional. La revolución de la independencia está, relativamente, demasiado próxima; sus mitos y símbolos, demasiado vivos, en la conciencia de la burguesía y la pequeña burguesía. La ilusión de la soberanía nacional se conserva en sus principales efectos. Pretender que en esta capa social prenda un sentimiento de nacionalismo revolucionario, parecido al que en condiciones distintas representa un factor de la lucha antiimperialista en los países semicoloniales avasallados por el imperialismo en los últimos decenios en Asia, sería un grave error.

Ya en nuestra discusión con los dirigentes del "aprismo", reprobando su tendencia de proponer a la América latina un Kuo‑min‑tang, como modo de evitar la imitación europeísta, y acomodar la acción revolucionaria a una apreciación exacta de nuestra propia realidad, sosteníamos hace más de un año la siguiente tesis:

"La colaboración de la burguesía, y aun de muchos elementos feudales, en la lucha antiimperialista china, se explica por razones de raza, de civilización nacional que entre nosotros no existen. Al desprecio del blanco por su cultura estratificada y decrépita, corresponde con el desprecio y el orgullo de su tradición milenaria. El antiimperialismo de la China puede, por tanto, descansar en el sentimiento y en el factor nacionalista. En Indoamérica las circunstancias no son las mismas. La aristocracia y la burguesía criollas, no se sienten solidarizadas con el pueblo por el lazo de una historia y de una cultura comunes. En el Perú, el aristócrata y el burgués blancos, desprecian lo popular, lo nacional. Se sienten, ante todo, blancos. El pequeño burgués mestizo, imita este ejemplo. La burguesía limeña fraterniza con los capitalistas yanquis, y aun con sus simples empleados, en el "Country Club", en el tennis y en las calles. El yanqui desposa, sin inconveniente de raza ni de religión, a la señorita criolla, y esta no siente escrúpulo, de nacionalidad ni de cultura, en preferir el matrimonio con un individuo de la raza invasora. Tampoco tiene este escrúpulo la muchacha de la clase media. La "huachafita"[2] que puede atrapar un yanqui empleado de "Grace" o de la "Fundation" lo hace con la satisfacción de quien siente elevarse su condición social. El factor nacionalista, por estas razones objetivas que a ninguno de ustedes escapan, seguramente, no es decisivo ni fundamental en la lucha antiimperialista en nuestro medio. Sólo en los países como la Argentina, donde existe una burguesía numerosa y rica, orgullosa del grado de riqueza y poder de su patria, y donde la personalidad nacional tiene contornos claros y netos que en estos países retardados, el antiimperialismo puede (tal vez) penetrar fácilmente en los elementos burgueses, pero por razones de expansión y crecimiento capitalistas y no por razones de justicia social y doctrina socialista como en nuestro caso."

La traición de la burguesía china, la quiebra del Kuo‑min‑tang, no eran todavía conocidas en toda su amplitud. Un conocimiento más cabal de la experiencia china venia más tarde a descubrirnos cuán poco se podía confiar, aun en países como la China, en el sentimiento nacionalista revolucionario de la burguesía. Mientras la política imperialista logre "menager" los sentimientos y formalidad de la soberanía nacional de estos Estados, mientras no se vea obligada a recurrir a la intervención armada y a la ocupación militar, contarán absolutamente con la colaboración de las burguesías. Aunque enfeudados a la economía imperialista, estos países, o más bien sus burguesías, se considerarán tan dueños de sus destinos como Rumania, Bulgaria, Polonia y demás países "dependientes" de Europa.

Este factor de la psicología política no debe ser descuidado en la estimación precisa de las posibilidades de la acción antiimperialista en la América Latina. Su relegamiento, su olvido, ha sido una de las características de la teorización aprista.

2) La divergencia fundamental entre los elementos que en el Perú aceptaron en principio el APRA ‑ como un plan de frente único, nunca como partido y ni siquiera como organización en marcha efectiva ‑ y los que fuera del Perú la definieron como un Kuo‑min‑tang latinoamericano, consiste en que los primeros permanecen fieles a la concepción económico-social revolucionaria del imperialismo[3], mientras que los segundos explican así su posición; "Somos de izquierda (o socialistas) porque somos antiimperialistas". El anti-imperialismo resulta así elevado a la categoría de un programa, de una actitud política, de un movimiento que se basta a sí mismo y que conduce, espontáneamente, no sabemos en virtud de qué proceso, al socialismo, a la revolución social. Este concepto lleva a una desorbitada superestimación del movimiento antiimperialista, a la exageración del mito de la lucha por la "segunda independencia", al romanticismo de que estamos viviendo ya las jornadas de una nueva emancipación. De aquí la tendencia a reemplazar las ligas antiimperialistas por un organismo político. Del APRA concebida inicialmente como frente único, se pasa al APRA definida como un Kuo‑min‑tang latinoamericano.

El antiimperialismo, para nosotros, no constituye ni puede constituir por sí solo, un programa político, un movimiento de masas apto para la conquista del poder. El antiimperialismo, admitido que pudiese movilizar al lado de las masas obreras y campesinas, a la burguesía y pequeña burguesía liberales nacionalistas (ya hemos negado terminantemente esta posibilidad) no anula el antagonismo entre las clases, no suprime su diferencia de intereses.

Ni la burguesía, ni la pequeña burguesía en el poder, pueden hacer una política antiimperialista. Tenemos la experiencia de México, donde la pequeña burguesía ha acabado por pactar con el imperialismo yanqui. Un gobierno "nacionalista" puede usar, en sus relaciones con los Estados Unidos, un lenguaje distinto que el gobierno de Leguía en el Perú. Este gobierno es, francamente, desenfadadamente panamericanista, monroísta; pero cualquier otro gobierno burgués haría prácticamente lo mismo que él, en materia de empréstitos y concesiones. Las inversiones del capital extranjero en el Perú crecen en estrecha y directa relación con el desarrollo económico del país, con la explotación de sus riquezas naturales, con la población de su territorio, con el aumento de las vías de comunicación. ¿Qué cosa puede oponer a la penetración capitalista la más demagógica pequeña burguesía? Nada, sino palabras. Nada, sino una temporal borrachera nacionalista. El asalto del poder por el antiimperialismo, como movimiento demagógico populista si fuese posible, no representaría nunca la conquista del poder por las masas proletarias, por el socialismo. La revolución socialista encontrara su más encarnizado y peligroso enemigo ‑ peligroso por su confusionismo, por la demagogia ‑, en la pequeña burguesía afirmada en el poder, ganado mediante sus voces de orden.

Sin prescindir del empleo de ningún elemento de agitación antiimperialista, ni de ningún medio de movilización de los sectores sociales que eventualmente pueden concurrir a esta lucha, nuestra misión es explicar y demostrar a las masas que sólo la revolución socialista opondrá al avance del imperialismo una valla definitiva y verdadera.

3) Estos hechos diferencian la situación de los países sudamericanos de la situación de los países centroamericanos, donde el imperialismo yanqui, recurriendo a la intervención armada sin ningún reparo, provoca una reacción patriótica que puede fácilmente ganar al antiimperialismo a una parte de la burguesía y la pequeña burguesía. La propaganda "aprista", conducida personalmente por Haya de la Torre no parece haber obtenido en ninguna otra parte de América mayores resultados. Sus prédicas confusionistas y mesiánicas, que aunque pretenden situarse en el plano de la lucha económica, apelan en realidad a los factores raciales y sentimentales, reúnen las condiciones necesarias para impresionar a la pequeña burguesía intelectual. La formación de partidos de clase y poderosas organizaciones sindicales, con clara conciencia clasista no se presenta destinada en esos países al mismo desenvolvimiento inmediato que en Sudamérica. En nuestros países el factor clasista es más decisivo, está más desarrollado. No hay razón para recurrir a vagas fórmulas populistas tras de las cuales no pueden dejar de prosperar tendencias reaccionarias. Actualmente el "aprismo", cómo propaganda, está circunscripto a Centroamérica; en Sudamérica, a consecuencia de la desviación populista, caudillista, pequeño-burguesa, que lo definía como el Kuo‑min‑tang latinoamericano, está en una etapa de liquidación total. Lo que resuelva al respecto el próximo Congreso Antiimperialista de Paris, cuyo voto tiene que definir la unificación de los organismos antiimperialistas y establecer la distinción entre las plataformas y agitaciones antiimperialistas y las tareas de la competencia de los partidos de clase y las organizaciones sindicales, pondrá término absolutamente a la cuestión.

4) ¿Los intereses del capitalismo imperialista coinciden necesaria y fatalmente en nuestros países con los intereses feudales y semifeudales de la clase terrateniente? ¿La lucha contra la feudalidad se identifica forzosa y completamente con la lucha anti-imperialista? El capitalismo imperialista utiliza ciertamente el poder de la clase feudal, sin exceptuar a la más demagógica si atenúa en la práctica sus impulsos marcadamente nacionalistas, puede llegar a la misma estrecha alianza con el capitalismo imperialista[4]. El capital financiero se sentirá más seguro si el poder está en manos de una clase social más numerosa, que, satisfaciendo ciertas reivindicaciones premiosas y estorbando la orientación clasista de las masas, está en mejores condiciones que la vieja y odiada clase feudal de defender los intereses del capitalismo, de ser su custodio y su ujier. La creación de la pequeña propiedad, la expropiación de los latifundios, la liquidación de los privilegios feudales, no son contrarios a los intereses del imperialismo, de un modo inmediato. Por el contrario, en la medida en que los rezagos de feudalidad entraban el desenvolvimiento de una economía capitalista, ese movimiento de liquidación de la feudalidad, coincide con las exigencias del crecimiento capitalista, promovida por las inversiones y los técnicos del imperialismo. Que desaparezcan los grandes latifundios, que en su lugar se constituya una economía agraria basada en lo que la demagogia burguesa llama la "democratización" de la propiedad del suelo, que las viejas aristocracias se vean desplazadas por una burguesía y una pequeña burguesía más poderosas e influyentes ‑ y por lo mismo más aptas para garantizar la paz social ‑, nada de esto es contrario a los intereses del imperialismo. En el Perú, el régimen leguiísta, aunque tímido en la práctica ante los intereses de los latifundistas y gamonales[5], que en gran parte le prestan su apoyo, no tiene ningún inconveniente en recurrir a la demagogia en declamar contra la feudalidad y sus privilegios, en tronar contra las antiguas oligarquías, en prometer una distribución del suelo que hará de cada peón agrícola, un pequeño propietario. De esta demagogia saca el leguiísmo, precisamente, sus mayores fuerzas. El leguiísmo no se atreve a tocar la gran propiedad. Pero el movimiento natural del desarrollo capitalista ‑ obras de irrigación, explotación de nuevas minas, etc. ‑ va contra los intereses y privilegios de la feudalidad. Los latifundistas, a medida que crecen las áreas cultivables, que surgen nuevos focos de trabajo, pierden su principal fuerza: la disposición absoluta e incondicional de la mano de obra. En Lambayeque, donde se efectúan actualmente obras de irrigación, la actividad capitalista de la comisión técnica que las dirige, y que preside un experto norteamericano, el ingeniero Sutton, ha entrado prontamente en conflicto con las conveniencias de los grandes terratenientes feudales. Estos grandes terratenientes son, principalmente, azucareros. La amenaza de que se les arrebate el monopolio de la tierra y el agua, y con él el medio de disponer a su antojo de la población trabajadora, saca de quicio a esta gente y la empuja a una actitud que el gobierno, aunque muy vinculados a muchos de sus elementos, califica de subversiva o antigubernista. Sutton tiene las características del hombre de empresa capitalista norteamericano. Su mentalidad, su trabajo, chocan al espíritu feudal de los latifundistas. Sutton ha establecido, por ejemplo, un sistema de distribución de las aguas, que reposa en el principio de que el dominio de ellas pertenece al Estado; los latifundistas consideraban el derecho sobre las aguas anexo a su derecho sobre la tierra. Según su tesis, las aguas eran suyas; "eran y son propiedad absoluta de sus fundos".

5) Y la pequeña burguesía, cuyo rol en la lucha contra el imperialismo se superestima tanto, ¿es, como se dice, por razones de explotación económica, necesariamente opuesta a la penetración imperialista? La pequeña burguesía es, sin duda, la clase social más sensible al prestigio de los mitos nacionalistas. Pero el hecho económico que domina la cuestión es el siguiente: en países de pauperismo español, donde la pequeña burguesía, por sus arraigados prejuicios de "decencia", se resiste a la proletarización; donde esta misma, por la miseria de los salarios, no tiene fuerza económica para transformarla en parte en clase obrera; donde imperan la empleomanía, el recurso al pequeño puesto del Estado, la caza del sueldo y del puesto "decente"; el establecimiento de grandes empresas que, aunque explotan enormemente a sus empleados nacionales, representan siempre para esta clase un trabajo mejor remunerado, es recibido y considerado favorablemente por la gente de la clase media. La empresa yanqui representa mejor sueldo, posibilidad de ascensión, emancipación de la empleomanía del Estado, donde no hay porvenir sino para los especuladores. Este hecho actúa como una fuerza decisiva sobre la conciencia del pequeño burgués, en busca o en goce de un puesto. En estos países de pauperismo español, repetimos, la situación de las clases medias no es la constatada en los países donde estas clases han pasado de un período de libre concurrencia, de crecimiento capitalista propicio a la iniciativa y al éxito individuales, a la opresión de los grandes monopolios.

En conclusión, somos antiimperialistas, porque somos marxistas, porque somos revolucionarios, porque oponemos al capitalismo el socialismo como sistema antagónico llamado a sucederlo, porque en la lucha contra los imperialismos extranjeros, cumplimos nuestros deberes de solidaridad con las masas revolucionarias de Europa.

Lima, mayo de 1929"

Compañeros: Así escribe el compañero José Carlos Mariátegui cuando formula su tesis sobre antiimperialismo, analizando antes el estado económico y social del Perú. Nuestra delegación ha creído conveniente leer este documento a los compañeros de esta Conferencia, para que todos valoraran nuestra posición con respecto al APRA. Y he de referirme a algunas particularidades del movimiento político del Perú.

Desde la independencia del Perú, las guerras civiles han sido la norma de conducta de los gobiernos burgueses. Se sucedieron así muchos generales en la presidencia de la republica que fueron caudillos y se apropiaron del poder, luego de sostener luchas contra sus enemigos de la misma condición política. Pero esta situación de luchas intestinas que se sucedían cada vez que se planteaba el problema de la elección presidencial, se paralizó en 1895, cuando llegó al poder un gobierno civil, compuesto por latifundistas: es el periodo de Nicolás de Piérola. Durante toda esta época el pueblo se manifestaba arrastrado tras el personalismo. Para darnos una idea de cómo estaba educado políticamente el pueblo, me referiré a la guerra entre Perú y Chile, en la cual el pueblos era llevado a los campos de batalla, no para combatir al enemigo del otro lado de la frontera, sino para servir de carne de canon a cada uno de los caudillos que se disputaban el comando de los destinos del país. En esa época, el pueblo se dejaba matar por un simple caudillo.

Esta misma ideología del pueblo se conserva hasta 1919 en que Leguía sube al poder. Este representaba en ese momento, el descontento de la pequeña burguesía contra la burguesía nacional y los imperialistas. Antes de esa fecha, hay otro hecho sugestivo: en 1913, cuando Guillermo Billinghurst, estando el gobierno "civilista" en el poder, no quería, más que sucesión partidista, se desencadena la lucha civil y triunfa Billinghurst que representa la burguesía industrial naciente. Este subió al poder, pero duró poco por la presión de los latifundistas, o sea, las fuerzas feudales coaligadas. Estas son las bases que permitirán apreciar toda la evolución política del pueblo peruano. En lo que respecta al campo proletario, es necesario tener presente al analizar la situación política, que desde 1908 han existido grupos de anarquistas que propagaron apoliticismo, y así vemos que en la elección de 1913, muchos se abstuvieron, lo que quiere decir que esa propaganda prendió en la mente del proletariado.

Estos elementos anarquistas llegaron de la Argentina, y el problema de la abstención política es un asunto que no ha sido liquidado todavía y que es necesario gran trabajo para desterrarlo.

Las luchas en el terreno sindical han sido interpretadas como de exclusivo carácter económico y no se ha dado la característica de lucha política. La Universidad Popular que llegó al proletariado por medio de la difusión cultural, no se apartó nunca de esa línea de conducta y antes que dirigir al proletariado, se dejó llevar por este. En las luchas de la clase trabajadora, cooperó por todos los medios, apoyando todos los petitorios obreros. No realizó nunca propaganda política.

Quiero referirme a la educación política de los otros países latinoamericanos, para compararla con la que posee nuestro país. Seré breve, ante todo. En Argentina, Uruguay, Brasil tenemos ya una educación política más elevada que en el resto de los países latinoamericanos, y eso es debido, como cualquiera de los compañeros lo comprende, a la mayor propaganda realizada desde hace mucho tiempo, tanto por los socialistas, anarquistas y sindicalistas como por nuestro Partido. Todos los sectores de la clase obrera han encontrado ambiente en estos países, mientras que en el nuestro, es difícil o por lo menos, sumamente trabajoso, llegar a interesar a un obrero, en la mayoría de los casos analfabeto, en el sentido de que debe luchar contra el capitalismo; infiltrarle, en una palabra, la conciencia de clase. En el Perú, por cuestiones geográficas, esas corrientes de ideas no llegaron o fueron tan débiles que casi pasaron desapercibidas, a no ser el ya citado anarquismo, y de Europa fue pequeño, por no decir nulo, el aporte de esas ideas emancipadoras. En lo referente a México, esa educación política tan elevada del proletariado y de las masas campesinas, tiene su origen en que las luchas civiles han servido para esa misma educación, a pesar de que se ha realizado no con la tribuna, el folleto o el periódico, sino en el campo de batalla. Es diferente a los países que he citado en primer término, pero es más elevado el grado de cultura política. Por eso, la Revolución proletaria mexicana es cuestión de poco tiempo y la lucha armada que se sostiene actualmente, es el primer paso en eso sentido. En relación con la Argentina, creemos que México lo aventaja en este aspecto. Esos países están, políticamente, más elevados que los restantes; debemos tener también en consideración, los factores económicos. Cuba está, quizás, más desarrollada que Colombia, pues si bien tiene un solo producto, este está industrializado en tal forma, que ha llegado a crear un proletariado numeroso. En el sector del Perú, esta economía está poco desarrollada y si la fábrica es la formadora de la conciencia de clase del proletariado, es lógico que este tenga una consciencia política poco desarrollada. De aquí deducimos que las directivas que para nuestros países imparta el Secretariado Sudamericano de la Internacional Comunista, tienen que ser diferentes, porque diferentes son las condiciones de cada región.

Vamos a concretarnos al Perú. Sus principales industrias son la de minera, la textil y la azucarera, bastante desarrollada esta última; pero estas industrias que poseemos no están en relación con el número de habitantes del país. Entonces surge la existencia del artesanado que es todavía muy numeroso, especialmente en los pueblos. En este artesanado predominan los zapateros, los carpinteros y los sastres. Como consecuencia, tenemos en el Perú: una masa grande de artesanos, campesinos, obreros agrícolas, y un proletariado poco numeroso.

Tomando en consideración nuestra situación económica y nuestro nivel político, hemos creído conveniente constituir un partido socialista que abarque la gran masa del artesanado, campesinado pobre, obreros agrícolas, proletariado y algunos intelectuales honestos. Para constituir este partido, hemos considerado: primero, que es necesario que este se desarrolle sobre la base del proletariado. Cuando discutíamos este punto, llegábamos a la conclusión, de que, si somos capaces de mantener el contralor, haremos del partido socialista, un partido revolucionario de clase; si somos incapaces de ejercer este contralor, habremos hecho que el proletariado haya dado un paso en su evolución y educación política. Los medios para mantener este contralor son laborar por la organización sindical; acercarnos a las masas.

El compañero Luis nos dice que en Perú se ha formado un partido socialista. "Ideológicamente manifestaremos nuestro programa en un terreno reformista. Ese socialismo ‑ nos dice ‑ no será bolchevista". Tenemos una nota enviada con mucha anterioridad al Secretariado Sudamericano que marca nuestra posición en el asunto. Permítanme los camaradas que de lectura a sus principales párrafos para que aquel punto de vista quede fijado completamente:

"La ideología que aceptamos es la del marxismo y la del leninismo militante y revolucionario, doctrina que aceptamos en todos sus aspectos: filosófico, político y económico-social. Los métodos que sostenemos y propugnamos son los del socialismo revolucionario ortodoxo. No solamente rechazamos, sino que combatimos y combatiremos en todas sus formas, los métodos y las tendencias de la social-democracia y de la 2a Internacional." Y en lo que respecta al programa, voy a dar lectura a sus puntos principales:

"1. ‑ Expropiación, sin indemnización, de los latifundios; entrega de una parte a los "ayllus" y comunidades, prestando todo el contingente de la técnica agrícola moderna. Repartición del resto entre los colonos, arrendatarios y yanaconas.

"2. ‑ Confiscación de las empresas extranjeras: minas, industrias, bancos y de las empresas más importantes de la burguesía nacional.

"3. ‑ Desconocimiento de la deuda del Estado y liquidación de todo control por parte del imperialismo.

"4. ‑ Jornada de 8 horas en la ciudad y en las dependencias agrícolas del Estado, y abolición de toda forma de servidumbre y semiesclavitud.

"5. ‑ Armamento inmediato de los obreros y de los campesinos y transformación del ejército y la policía en milicia obrera y campesina.

"6. ‑ Instauración de los municipios de obreros, campesinos y soldados, en lugar de la dominación de la clase de los grandes propietarios de la tierra y de la Iglesia."

Hemos aceptado este programa porque con el no dejaremos fuerzas vivas de capitalismo que contrarresten nuestra revolución si se llega a hacer.

Quiero referirme a la situación de la clase obrero, o mejor dicho, del movimiento obrero. El movimiento obrero del Perú, a consecuencia del golpe de 1927, quedó sin líderes, sufrió el más rudo golpe, compañeros. Los progresos alcanzados para que los delegados enviados al Congreso fueran delegados efectivamente de la clase obrero, requirió una labor ardua, pero se realizó. ¿En qué manos se encuentra este movimiento obrero? Es necesario encauzarlo y encauzarlo bien. Durante este último tiempo, este trabajo no lo hemos podido efectuar, como lo señala la experiencia internacional. Eso se debe, en primer término, a la carencia de dirigentes; nos limitamos más que todo a levantar las organizaciones caídas por aquel golpe citado. Solo a eso nos hemos podido limitar; nos falta ligazón con las masas, pero tenemos posibilidades de conseguirla. La carencia absoluta de dirigentes a que me he referido no quiere decir que nada hemos hecho prácticamente para encauzar el movimiento obrero peruano en el terreno que nos marca la enseñanza internacional; la prueba la tenemos en que el último movimiento de los ferroviarios, aplicó nuestra táctica, la de la lucha de clases.

Tratemos otro asunto: en la actualidad, no existe un partido político opositor al gobierno de Leguía. Todos los existentes, apoyan la política gubernamental. Leguía tiene formado un partido propio: el partido democrático reformista. También existe un partido democrático liberal, aunque esta también al servicio de Leguía. El compañero Codovilla nos decía que no existiendo otro partido político de oposición en el Perú, el partido socialista seria el centro de reunión de todos los elementos adverso al gobierno, quienes tratarían de utilizarlo para sus fines personales. Pero, aquí surge una pregunta: ¿acaso por querer tener un partido vamos a admitir en ella a cualquier elemento? ¡Evidentemente, no! El mismo camarada nos decía que el socialismo es bien conocido por su política de traición a los intereses proletarios y que tiene un puesto aparte en la historia porque siempre ha traicionado los intereses de los obreros. Dijo, también, que hay una experiencia de traición de un partido socialista en el Perú, pero por la misma ideología que nos anima, no es lógico ni justo, que se nos diga que vamos a ser iguales a los otros. ¿Por qué ha surgido este partido socialista? Cuando llegó al Perú la resolución del Comintern sobre el APRA, nos decía claramente que el proletariado debía constituir un partido y si mal no recuerdo, un partido socialista. Se decía que el proletariado debía trabajar para que los equivocados dentro del APRA, fueran atraídos hacia la Liga Antiimperialista, y así lo hemos hecho. ¿El Partido socialista lo hemos constituido como táctica, como medida de ligazón con las masas. No venimos a decir que el partido socialista es la expresión profunda de los que luchamos por los intereses del proletariado.

¿Cuál es la situación objetiva de nuestro país? Ustedes saben perfectamente bien que Leguía está completamente vendido al imperialismo; que no tiene fuentes propias de recursos para sostenerse en el poder durante mucho tiempo. Hemos podido comprobar que un simple discurso sobre teosofía fue motivo para que gran parte del público fuera detrás de Jinarajadasa. Y esto debido a que el obispo de Lima había lanzado una pastoral amenazando con la excomunión a todos los que concurrieran a las conferencias teosóficas. En estas manifestaciones se oyeron también gritos contra el tirano Leguía.

Se nos ha calificado de reformistas sin conocer la cuestión con toda la profundidad que el caso merece, a objeto de darnos una línea política ajustada a la realidad. ¿No estamos presenciando la dislocación de todo el aparato de Leguía? Hay una serie de elementos adictos al gobierno que están estrechamente vigilados por los esbirros del tirano. Este estado de cosas nos dice que la situación política del país no es estable. Queremos constituir, entonces, el partido socialista, porque vemos que los acontecimientos se precipitan. Queremos constituir el partido socialista para polarizar una serie de elementos que pueden actuar entre las masas. Si con nuestro Grupo podemos controlar el partido y dirigir sus acciones, ¿no es acaso un medio bueno de ligazón con las masas? Yo creo que sí, compañeros. Se ha dicho que en lugar del partido socialista se podría constituir el Bloque de Obreros y Campesinos. Un Bloque Obrero y Campesino requiere organismo formados por obreros y campesinos, un nivel político elevado de los obreros y campesinos; que sepan que el Bloque tiene también una función electoral. Ya he dicho que las masas obreras y campesinas de Perú, no tienen conciencia de clases. El Bloque no solo requiere esas condiciones sino que, a mi juicio, entraña otro peligro mayor: la división del movimiento sindical. ¿No van a surgir candidatos agrarios? ¿Acaso no pueden abrigar estos, pretensiones caudillistas? Ya conocemos compañeros, la historia de los caudillos peruanos.

El partido socialista se basa en nuestro Grupo el cual es enteramente afín con la ideología de la Internacional Comunista. Somos y nos declaremos ante todo comunistas, y queremos imprimir al movimiento obrero del Perú, el sello de la Internacional Comunista. Dejo constancia, compañeros, que el partido socialista es solamente una táctica; eso no quita que nosotros no hagamos el intento de aprovechar la situación de semilegalidad en el momento electoral. Estos han sido nuestros puntos de vista para constituir el partido socialista. Sabemos que con su constitución, corremos riesgos, pero ello es un proceso largo, que tiene su historia, que ya ha venido elaborándose. Son causas que deben tomarse en consideración para elaborar la línea política sobre esta táctica nuestra de constitución del partido socialista. Quizás, camaradas, no haya podido sostener nuestra tesis con toda la capacidad necesaria, pero ante todo, lo he hecho con la mayor sinceridad. He terminado.

(Se pasa a cuarto intermedio.)

 

 

 

 

 



[1] Obras tomo 13

[2] "huachafita": "Mujer del pueblo que presume de dama"

[3] anti-imperialismo

[4] Ciertamente, el capitalismo imperialista utiliza el poder de la clase feudal, en tanto que la considera la clase políticamente dominante. Pero, sus intereses económicos no son los mismos. La pequeña burguesía, sin exceptuar a la más demagógica, si atenúa en la práctica sus impulsos más marcadamente nacionalistas, puede llegar a la misma estrecha alianza con el capitalismo imperialista.

[5] gamonales