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1 Conferencia Comunista Latino Americana
1‑12 junio 1929

Primera sesión
1 junio 1929

La situación internacional de América latina y los peligros de guerra

 

 

Fuente:

S.S.A. de la I.C., El Movimiento revolucionaria latino americano. Versiones de la Primera Conferencia Comunista Latino Americana, Junio de 1929.

La Correspondencia sudamericana, Buenos Aires

 

 

 

 

 

 

Establecido: septiembre 2018

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1 Conferencia Comunista Latino Americana - Índice

 

 

 

 

 

 

Codovilla (S.S.A. de la I.C.). ‑ Camaradas: Va a comenzar sus trabajos la Primera Conferencia Comunista Latinoamericana. El Secretariado Sudamericano de la Internacional Comunista, ha designado para hacer uso de la palabra en la sesión inaugural de la Conferencia, al compañero Eugenio Gómez.

Gómez (S.S.A. de la I.C.). ‑ Compañeros: Por primera vez nos hallamos reunidos en una Conferencia de los Partidos Comunistas latinoamericanos. El hecho tiene importancia fundamental porque esta Conferencia permitirá trazar directivas que liguen la acción conjunta del comunismo en Latinoamérica.

Hasta hoy, si bien los Partidos Comunistas representados en esta Conferencia mantenían relaciones cordiales, por intermedio de la acción eficaz del Secretariado Sudamericano de la Internacional Comunista, no tenían, sin embargo, toda la vinculación necesaria para el trabajo en común, lo que entorpecía nuestra labor.

La Conferencia va a realizarse en los precisos momentos en que el imperialismo, y las burguesías nacionales vendidas a él, intensifican su acción contra el proletariado imponiendo condiciones de vida cada vez más miserables; en momentos en que los peligros de guerra se agudizan en América latina.

En estos instantes, recrudece la reacción contra el proletariado, y especialmente contra los militantes comunistas: en Cuba, nuestros camaradas son constantemente perseguidos, muchos de ellos se encuentran en las cárceles, y los compañeros saben cómo Julio Antonio Mella ha caído asesinado por los sicarios del tirano Machado; los compañeros saben cómo el gobierno de México inicia la reacción contra nuestro Partido y cómo ha asesinado al compañero Guadalupe Rodríguez y a otros camaradas; los compañeros saben cómo en el Paraguay han sido castigados brutalmente los estudiantes que querían dejar oír su palabra en la plaza pública; como en Bolivia se ha masacrado a los trabajadores de Potosí; como han sido asesinados los obreros de la zona bananera de Colombia; y como, en Chile, han sido apresados y torturados trescientos heroicos compañeros del Partido Comunista y de la Federación Obrera Chilena.

Debemos tener un recuerdo para todos estos héroes de nuestra causa y, en nombre del Secretariado Sudamericano, pido a los delegados y demás compañeros que asisten a esta Conferencia, que se pongan de pie y canten la Internacional. (Los delegados y la barra, de pie, entonan la Internacional).

Frente a la acción de los enemigos, debemos esforzarnos por la buena orientación de cada uno de nuestros Partidos y por el trabajo conjunto de todos los Partidos Comunistas latinoamericanos. Sólo así podremos alcanzar el triunfo.

Para termina, debo manifestar que esta reunión se librará de toda aparatosidad para entrar directamente a resolver las importantes cuestiones que la preocupa; y, en nombre del Secretariado Sudamericano de la Internacional Comunista, presento un saludo cordial a todos los delegados de los Partidos hermanos, esperando que trabajan eficientemente para trazar rumbos, a fin de que las masas trabajadores de América latina marchen bajo las banderas liberadoras del comunismo.

El Secretariado propone el siguiente Presídium para la Conferencia:

Suárez (México), Ramírez (Uruguay), Romo (Argentina), Prieto (Colombia), Gabrinetti (Brasil), Codovilla (Secretariado S. de la I.C.) y Ghitor (Secretariado del K.I.M.[1]). (Se aprueba).

Romo (Presidente). ‑ La secretaría va a dar lectura al horario del Congreso y a la lista de delegados que componen las distintas Comisiones. (Se aprueba).

Tiene la palabra el compañero Codovilla, informante sobre el primer punto del orden del día, o sea:

La situación internacional de América latina y los peligros de guerra

Codovilla (S.S.A. de la I.C.). ‑ Camaradas: a nadie puede escapar la importancia política de esta Conferencia, no solo por ser la primera que se realiza entre representantes de los partidos comunistas de América latina, sino, también por el momento histórico en que se realiza.

En efecto, ¿cuál es el periodo histórico actual y cuáles las perspectivas del movimiento revolucionario mundial? El periodo histórico actual, compañeros, es el de la agravación de las contradicciones capitalistas, de los conflictos interimperialistas, de las crisis revolucionarias con ritmo acelerado, de las guerras y de las luchas revolucionarias. En una palabra: es el periodo agónico del capitalismo. Nuestro aserto se encontrará corroborado en el análisis que trataremos de hacer en forma somera de la situación internacional y de la de los países latinoamericanos, en relación con los peligros de guerra, contra los cuales hay que luchar en la actualidad con todo tesón y energía, porque son los más inmediatos.

I. Características de la "estabilización" capitalista

El 6° congreso de la Internacional Comunista, al definir como "precaria y podrida en su cimientos" la estabilización capitalista, señaló cómo esta traía como consecuencia un aumento acelerado de las contradicciones internas y externas del capitalismo, y los hechos van demostrando cómo esas contradicciones se hacen cada vez más agudas y las luchas entre los países imperialistas ‑ Inglaterra y Estados Unidos, en primer término ‑ por la dominación del mundo, los lleva al callejón sin salida de la guerra.

Esa estabilidad precaria del capitalismo se deriva, en primer término, de la contradicción fundamental existente entre el aumento del aparato de producción y la reducción de los mercados. Al mismo tiempo que crece el aparato de producción capitalista, disminuye el mercado interno a causa de la pauperización de las amplias masas. El mercado exterior se reduce, también, especialmente en lo que se refiere a las colonias, presentándose ante el capitalismo imperialista la necesidad de conseguir nuevos mercados y de realizar una nueva repartición del mundo, sin la cual el capitalismo se ve abocado a una crisis catastrófica inminente. Pero como la conquista de esos mercados no puede hacerse en forma "pacifica", el imperialismo, al mismo tiempo que presiona sobre los países coloniales y semicoloniales para obtener la exclusividad del mercado, se prepara para defender o conquistar el mismo, mediante la acción armada contra el imperialismo rival.

El "tercer periodo" del capitalismo de post-guerra ha sido calificado con justeza por el 6° congreso como el de agudización de la lucha de clases, de polarización de las clases sociales. La "racionalización" capitalista se ha ido realizando, más que por el perfeccionamiento técnico, mediante un ataque directo contra el nivel de vida de las masas trabajadoras, y estas, al resistir las consecuencias de esa "racionalización", han ido realizando luchas defensivas que progresivamente se van transformando en luchas ofensivas.

Los síntomas de esa ofensiva proletaria se encuentran en todas partes del mundo. Las huelgas del Ruhr, las de Lodz, los movimientos en Norteamérica, en Inglaterra, y ahora tenemos los acontecimientos de Berlín que demuestran cómo las masas despiertan en todas partes a la lucha. Este año depara, también, para Inglaterra grandes movimientos de masas, ya que los obreros ingleses esperan el advenimiento del laborismo al poder para pedirle el "cumplimiento" de las promesas, y, como sus reivindicaciones no serán satisfechas, estos se verán abocados a grandes huelgas.

El aplastamiento momentáneo del movimiento insurreccional en las colonias no representa en manera alguna una "solución capitalista" de los problemas planteados por esas revoluciones. Al contrario, las luchas en esos países adquieren un carácter específico de luchas de las masas obreras y campesinas contra toda la burguesía nacional y el imperialismo; y, si tomamos como ejemplo a China, vemos cómo a pesar de la reacción sanguinaria desencadenada por el Kuo‑min‑tang, el movimiento revolucionario agrario continúa en varios puntos del país y huelgas de importancia se han realizado en la regiones industriales.

Si consideramos la América latina, vemos como las previsiones del 6° congreso, al decir que la agravación de la lucha interimperialista ‑ sobre todo la yanqui-británica ‑ tendría como punto fundamental de operaciones a la América latina, ha sido completamente justa. Efectivamente, en el periodo que va desde el 6° congreso hasta hoy, hemos visto desarrollarse grandes conflictos, como el boliviano-paraguayo (lucha interimperialista para la dominación de una gran zona de materias primas), la gran huelga bananera de Colombia y el conflicto interimperialista yanqui-inglés por la posesión del petróleo en dicho país, acciones armadas de masa contra la reacción en México, insurrecciones en Venezuela, continuación de la lucha armada en Nicaragua, grandes huelgas en Brasil, Argentina, Uruguay, México, etc.; todos ellos producidos en empresas directa o indirectamente dominadas por los imperialistas.

En Chile, donde la lucha entre los imperialismos yanqui e inglés se ha ido definiendo en favor del primero, existen también síntomas de que el imperialismo inglés no se dejará desalojar de ese país sin una resistencia encarnizada, que tendrá hondas repercusiones en la vida económica y política nacional.

En general, la lucha sórdida entre los imperialismos yanqui e inglés, el primero para desalojar de las viejas posiciones al segundo y conquistar nuevas y el segundo por mantenerlas y ampliarlas, para la dominación de la América latina, se agrava cada día, lo que determina una inestabilidad social en los países latinoamericanos, cuyas burguesías gobernantes son agentes de uno u otro imperialismo.

Si tenemos en cuenta que la contradicción más grave que caracteriza la situación actual del capitalismo, es la desproporción entre su aparato de producción ‑ en constante aumento ‑ y sus posibilidades de colocación de mercaderías y capitales, y consideramos que la sexta parte del mundo, ‑ constituida por la Unión Soviética ‑, escapa a las esferas de dominación capitalista, veremos cómo esa agravación de las contradicciones capitalistas trae como consecuencia luchas de aniquilamiento entre las fuerzas de la reacción y las de la revolución. Pero la Unión Soviética representa una herida de las más graves causadas al capitalismo después de la guerra, no solo por la importancia de ese mercado que escapó a la "esfera de influencia" capitalista, sino también porque representa el más grande baluarte de la revolución mundial y el ejemplo viviente para las luchas emancipadoras de las masas explotadas.

Y la Unión Soviética se consolida política y económicamente, desarrolla aceleradamente ‑ como lo analizaremos más adelante ‑, su economía socialista, y las dificultades por las que atraviesa en la actualidad son dificultades de crecimiento, ya que son creadas no por una política de capitulación ante el capitalismo, sino para reforzar el sector socialista de la economía soviética.

Todos esos factores son los que determinan la inestabilidad del régimen capitalista, aceleran sus contradicciones e indican que el periodo actual es el periodo de las luchas decisivas de las masas obreras y campesinas contra el régimen capitalista.

II. La "racionalización" capitalista y sus consecuencias

El país en que en la postguerra se ha realizado con más rapidez la "racionalización" y el aumento de la producción, es indiscutiblemente Alemania. Si tomamos como ejemplo a ese país, veremos cómo el problema de los mercados se plantea en forma imperativa, ya que sin un aumento progresivo de su exportación no podrá atender los compromisos financieros internacionales (deudas de guerra y empréstitos extranjeros), lo que produciría su catástrofe económica. En ese país es donde se ve claramente la desproporción entre el aparato de producción y la producción misma.

En efecto, tenemos la proporción siguiente:

 

Años

Capacidad
de producción

Producción
(millones
de $ oro)

1913

-

2.800

1925

5.038

2.900

1926

4.950

2.500

1927

5.350

3.400

 

No disponemos todavía de los datos de 1928, pero las cifras parciales demuestran que esa desproporción va en aumento, con la agravante de la disminución continua del consumo interno.

Esa situación se ve todavía agravado, si se tiene en cuenta que Alemania ha producida más durante los últimos años, con el objeto de acumular reservas y, además de eso, se nota actualmente un retraimiento de capitales extranjeros del mercado alemán, debido a que se hace dificultoso el arreglo de las deudas de guerra.

Si tomamos a los Estados Unidos, vemos también una desproporción progresiva entre el aparato de producción y la colocación de mercaderías, reducida a un 50 % de su capacidad de producción.

Pero el síntoma más claro de la agravación de la crisis interna de los países capitalistas, se encuentra en la aparición de una desocupación orgánica y con tendencia al aumento.

La "racionalización" se ha realizado en los países de técnica más adelantada, mediante una reducción cuantitativa de productores, lo que ha venido a aumentar el ejército de los desocupados o el número de los obreros con funciones secundarias en la producción. Algunas cifras pueden demostrar nuestro aserto: Alemania, en el mes de febrero de este año, tenía 2.225.000 desocupados, es decir, 225.000 más que en 1926; y ese número de desocupados con algunas variaciones, ha de mantenerse si se tiene en cuenta que anteriormente muchos obreros habían sido empleados para la transformación de las industrias, para la "racionalización".

Los Estados Unidos tienen, también, su ejército de desocupados permanentes ‑ alrededor de 4.000.000 ‑, con tendencia a aumentar, ya que, a pesar del aumento de la producción, esto no involucra un aumento paralelo de la mano de obra, sino, por el contrario, una diminución. Según una estadística reciente sobre el análisis de los efectos de la "racionalización", la producción de un obrero, gracias a la "racionalización", ha aumentado hasta un 45 % con referencia al rendimiento anterior a la guerra y que, al mismo tiempo que aumenta la producción, disminuye cuantitativamente el número de obreros ocupados en la misma.

Si tomamos a Inglaterra, país que todavía no ha procedido en forma enérgica a la "racionalización" de su producción ‑ ya que hasta ahora el menor costo de la producción lo ha conseguido únicamente mediante el aumento de las jornadas de trabajo y en la disminución de los salarios ‑, vemos que el ejército de desocupados va siempre en aumento y ha de aumentar más aún, a medida que se hagan esfuerzos serios para la "racionalización". Ese país tiene una desocupación orgánica que sobrepasa a 2.000.000.

Al mismo tiempo que aumenta la desocupación, los salarios reales de los obreros ‑ y especialmente en los países capitalistas europeos más importantes ‑, tienden a disminuir. En Alemania, apenas alcanzan al 93 % de anteguerra; en Inglaterra, al 90 %; en Francia, al 87 %; en Italia, al 70 %, etc. El único país en que los salarios han tenido un aumento del 3 al 5 % ha sido en los Estados Unidos; pero este se ha realizado únicamente en las capas obreras más privilegiadas, que participan de los beneficios obtenidos a expensas de las colonias; mientas, en cambio, las masas más numerosas (textil, minas, etc.), empeoran sus condiciones de vida y sus salarios tienden a reducirse.

Si a todo eso agregamos que la "racionalización" de la producción ha traído como consecuencia, una mayor concentración de los medos de producción, la creación de "trusts" gigantescos, la desaparición del pequeño comercio, de la pequeña industria, una mayor pauperización de las masas, etc., lo que aumenta el ejército del proletariado. Si se considera que la "racionalización" se realiza no solo mediante el mejoramiento de los medios técnicos de producción, sino también gracias a una explotación más intensa y más brutal de las masas trabajadoras, se comprenderá como las luchas internas de cada país, tienden a agravarse, como la lucha de clases tiende a agudizarse, como grandes masas trabajadoras, para luchar con éxito contra los gigantescos "trusts", deben realizar acciones tales que conmuevan a la sociedad capitalista, en su conjunto.

Otra de las contradicciones graves de los países imperialistas, se deriva de su necesidad de aumentar la exportación, sobre todo a los países coloniales y semicoloniales, al mismo tiempo que deben disminuir la importación. Ese fenómeno lo notamos especialmente en lo que se refiere al imperialismo yanqui-inglés en sus relaciones con la América latina; sobre todo, el imperialismo yanqui, que realiza una política aduanera proteccionista, impidiendo la entrada de productos agropecuarios de los países latinoamericanos, creando en los mismos fuertes corrientes contra esa política.

En resumen, tenemos como consecuencia de la "racionalización" capitalista, una agravación de los conflictos internos y externos, cuya solución no puede ser otra que el conflicto armado.

III. La Unión Soviética como factor de inestabilidad capitalista

[...]

IV. La agudización de las contradicciones capitalistas y la guerra

Los hechos que hemos analizado anteriormente, que en su conjunto determinan el aceleramiento del ritmo de las contradicciones capitalistas, determinan, también, situaciones de fuerza, choques cruentos de las fuerzas capitalistas entre si y de las fuerzas capitalistas coaligadas contra la Unión soviética y el movimiento revolucionario internacional, que ponen a la burguesía internacional frente al callejón sin salida de la guerra.

La guerra ya está resuelta; nunca como en estos momentos, se ha hablado tanto de paz, pero nunca con tanta intensidad se ha preparado de hecho la guerra. Si no hubiese otros hechos para demostrar que las potencias imperialistas, mientras hablan de paz preparan la guerra, bastaría recordar la proposición de desarme de la Unión Soviética, también desarme parcial, expuesta en la Conferencia del Desarme, en que todos los presentes ‑ los social-demócratas, en primer término ‑, la rechazaron indignados porque su propósito no era otro que el discutir, no el desarme, sino el de querer demostrar que reduciendo algunos armamentos inadecuados para el estado actual de la técnica aplicada a la destrucción, se realizaba parte del desarme, mientras, en cambio, lo que se hacía era reforzar o crear nuevos armamentos más modernos.

Si tomamos el famoso "Pacto de Kellog", por el cual se deshacen en elogios "pacifistas" los social-demócratas, amén de ser, como todos los pactos capitalistas, una proposición ventajosa para el proponente, es completamente nulo en su aplicación práctica, puesto que cada potencia signataria ha hecho una serie de reservas que en realidad anulan, en el caso que hubiese existido, toda posibilidad de eficacia. Por otra parte, todo el mundo sabe que el "Pacto de Kellog" no ha sido otra cosa que una maniobra política de Estados Unidos, tendiente a desplazar el centro de influencia política internacional de Europa a los Estados Unidos. Que la lucha interimperialista después de la firma del "Pacto de Kellogg" se haya intensificado, lo demuestra el reciente discurso de Borah ‑ el gran "pacifista" norteamericano ‑, el cual ha declarado que en vista de la continua constelación de países europeos alrededor de Gran Bretaña, con vistas a una guerra imperialista, los Estados Unidos "se veían en la necesidad de defender su comercio contra Inglaterra" y que, por consiguiente, "era necesario prepararse para la guerra y precisamente para la guerra contra dicho país".

Si tomamos en nuestro análisis tan solo la agudización de la lucha interimperialista entre Inglaterra y Estados Unidos, no es que olvidemos que otros países capitalistas ‑ Japón, Italia, Francia, Alemania, etc. ‑, tengan entre si motivos de lucha, al mismo tiempo que buscan de aliarse con fines imperialistas. Al contrario, todos esos son motivos de agravación de la situación con vistas a la guerra que se prepara. Pero es indiscutible que ese continuo reagrupamiento de fuerzas, representa combinaciones militares y estratégicas entre los grupos de potencias, cuyo objeto no es otro que el de resolver por la fuerza, el problema de los mercados, proceder a una nueva repartición del mundo y establecer la hegemonía sobre el mismo, de uno de los imperialismos más potentes: Estados Unidos o Inglaterra.

Esta lucha sórdida no puede limitarse a la competencia "normal" del periodo preimperialista en el mercado internacional, y en las colonias y semicolonias, ya que llevando esa lucha en forma encarnizada, produce lo mismo la catástrofe económica del capitalismo. De allí el reforzamiento de las formas imperialistas de penetración que preparan también las condiciones para llevar la guerra a las colonias y semicolonias; la compra de los diversos gobiernos "nacionales" y la provocación de conflictos entre el país dominado y el que se quiere dominar, todos prolegómenos de la guerra que se prepara en escala internacional y que estallará en el momento preciso en que se rompe el equilibrio económico mundial, y una de los grandes potencias imperialistas ‑ Inglaterra, particularmente ‑, que va siendo desalojada de sus posiciones en las colonias y semicolonias y del mercado internacional, por el imperialismo americano, no encuentre otra salida que jugarse el todo por el todo: la guerra.

Repetimos: el obstáculo más grande para esa guerra, lo constituye la Unión Soviética y el proletariado internacional; pero el hecho de que se prepare y se intente realizar la guerra contra la U.R.S.S., no excluye que al mismo tiempo se prepare y se intente realizar la guerra interimperialista.

De ahí, entonces, que en nuestra táctica de lucha contra la guerra, debemos tener varias perspectivas para conformar nuestra acción a las mismas. Lo cierto es que la guerra de clases en el frente interno se agudiza crecientemente; que las masas se radicalizan y empiezan a pasar de las luchas defensivas a las ofensivas y se aprestan a grandes movimientos que llevarán al derrumbe del régimen capitalista. Y justamente, porque asistimos a esa polarización de clases y a la agudización de la lucha, es por lo que se pone de manifiesto con más claridad el nuevo rol de la social-democracia, que desempeña no solo el papel de traidora del movimiento revolucionario, sino que es el instrumento que la burguesía utiliza para reprimir al mismo. Es necesario, entonces, romper en forma absoluta con la social-democracia y sus alas "izquierdas" y ganar a la influencia comunista a los más sinceros obreros de base.

Únicamente comprendiendo toda la importancia de las luchas revolucionarias que se realizan en la actualidad ‑ y que se desarrollan en forma creciente ‑, es como podremos ponernos al frente de esas masas, orientarlas y dirigirlas en la lucha contra la burguesía y la social-democracia, identificada con la misma. Si no se comprende la necesidad de esa lucha, que muchas veces sobrepasa los marcos legales de las organizaciones sindicales existentes, se cometerán los más graves errores oportunistas.

La burguesía internacional dispone de varios métodos de lucha contra el proletariado; la social-democracia, que desde el poder representa un periodo de preparación ‑ cuando no acciona como "socialfascismo", caso Zoergiebel en Alemania ‑ para la transición del régimen "democrático" al dictatorial, ya que su misión es la de desarmar continuamente a las masas y frenar sus acciones revolucionarias; los gobiernos fascistas que, el terror mediante, impiden toda manifestación de descontento y acciones reivindicatorias de las masas; y los gobiernos "nacional-fascistas" ‑ típicos de América latina ‑ que sirven para facilitar la penetración imperialista, reprimiendo los movimientos de masas, lo que permite aumentar la explotación imperialista y, en una palabra, asegurar, como agentes del imperialismo, la colonización rápida de estos países.

Conclusión: tenemos entonces en la esfera mundial un reforzamiento del polo reaccionario ‑ preparativos de guerra contra la Unión Soviética, recrudecimiento de la reacción contra el proletariado ‑ y un reforzamiento del polo revolucionario ‑ desarrollo rápido de la economía socialista, radicalización de las masas, desarrollo de los partidos comunistas ‑, lo que hace inminente luchas decisivas de las cuales la revolución proletaria, a pesar de todas las vicisitudes y de las víctimas que ha de tener en la lucha, ha de salir vencedora.

V. La América latina como factor de agudización de las contradicciones imperialistas

Si en otras partes del mundo se agudizan las contradicciones capitalistas, la América latina, gracias a su proceso de colonización, representa actualmente uno de los factores más formidables de esa agudización de la lucha interimperialista, particularmente entre los imperialismos inglés y yanqui.

No se excluye, entonces, que en la próxima guerra, la América latina sea también el objeto de la misma. Sea como fuere, teniendo en cuenta su estado de dependencia del imperialismo, será obligada a desempeñar un papel de primer orden, siendo arrastrada directamente a la guerra.

Para poder establecer con certeza nuestra táctica en la lucha contra el imperialismo, es preciso tener en cuenta que en la batalla encarnizada que se libra actualmente entre los imperialismos yanqui e inglés por la hegemonía sobre la América latina, las ventajas se resuelven de más en más en favor del primero. El imperialismo inglés va siendo desalojado de sus posiciones y el yanqui no solo va dominando económicamente a estos países sino que crea gobiernos reaccionarios nacional-fascistas, que mediante su apoyo se transforman en baluarte de la reacción en América latina, al mismo tiempo que en puntos sólidos de penetración imperialista. Debido a eso, si bien es claro que nuestra lucha debe ser dirigida por igual contra los dos imperialismos, no debemos olvidar la necesidad de reforzar nuestro sector de lucha contra el imperialismo americano que en las condiciones históricas actuales es el más potente y el más avasallador.

Me parecería un error, que no se tuviese en cuenta la realidad de los hechos que demuestra la decadencia del imperialismo británico en el orden internacional; si bien es cierto que el imperialismo inglés, como toda fuerza reaccionaria, retrocede atacando.

Algunas cifras pueden dar la impresión de la situación actual del imperialismo británico y del yanqui.

El comercio de exportación de Gran Bretaña ha disminuido en un 20 % comparado con el de anteguerra, mientras que las exportaciones norteamericanos han aumentado en un 30 % sobre las cifras de anteguerra y en un 46  en volumen.

Eso en el mercado mundial. En América latina el proceso de retroceso británico es todavía más pronunciado. El aumento de las exportaciones de los Estados Unidos en el mercado mundial, comparado con la anteguerra, está demostrado por las siguientes cifras: en Asia, 366 %; en Australia, 346; en Europa, 71; en América latina, 310.

Y, en general, el aumento del comercio de los Estados Unidos con el Oriente es de 500 % más, comparado con la anteguerra.

En lo que se refiere a la exportación de capitales ‑ que antes era el fuerte de Inglaterra ‑ para el periodo 1924‑28 tenemos que Inglaterra ha exportado al extranjero 473 millones de libras esterlinas, mientras que los Estados Unidos 990.

Luego analizaremos las ramas en que ha sido colocado el capital americano y sus consecuencias en la deformación de la economía nacional, como así también la calidad distinta de esas ramas de producción con las dominadas por los ingleses. Verifiquemos ahora que el ritmo de la penetración americana ha sido vertiginoso, mediante el apoyo de capas sociales interesadas en la introducción de capitales para el desarrollo de la economía "nacional". Veamos esas cifras:

 

 

(millones de dólares)

 

Anteguerra

Postguerra

Cuba

220

1.400

México

800

1.288

Chile

15

451

Argentina

40

450

Brasil

50

388

Perú

35

169

Venezuela

3

162

Colombia

2

125

Bolivia

10

86

Uruguay

5

77

Costa Rica

7

46

Honduras

3

40

Guatemala

20

37

El Salvador

3

35

Panamá

3

31

Ecuador

10

30

Haití

4

28

Santo Domingo

4

28

Nicaragua

3

20

Paraguay

4

18

Guayanas

5

8

 

De manera que vemos que el capital americano ha pasado de 1248 millones en 1912, a 4971 en 1928.

Inglaterra, en cambio, que tenía colocados 989 millones de libras esterlines en 1913, alcanzo a 1139 en 1928, o sea un aumento de apenas 150 millones de libras esterlinas.

Pero lo que se debe analizar no es solo el monto de los capitales invertidos, sino el peso específico de los mismos; es decir: las ramas de producción en que han sido empleados los capitales y los beneficios que mediante la deformación de la economía nacional comportan al país imperialista.

Ahora bien; mientras el capital ingles en su casi totalidad ha sido empleado en los empréstitos a los gobiernos (30 %) y en los transportes (47 %), solo tiene un 23 % en las industrias; en cambio, el capital americano fue empleado en su gran mayoría en las industrias particularmente extractivas. En efecto, de los 4917 millones de dólares colocados en América latina, 3445 lo han sido en las industrias.

En lo que respecta a las exportaciones yanquis en América latina, basta recordar, para comprender toda su importancia, que ellas representan el 67 % de los productos manufacturados adquiridos.

Queda entendido que sería un error subestimar la importancia y la influencia del imperialismo inglés ‑ y también de sus capitales ‑ en América latina. El imperialismo inglés dispone todavía de fuertes posiciones, especialmente en la Argentina (397 millones de libras esterlinas), Brasil (310), Chile (100), México (67), Perú (64), etc.

La característica del capital británico en América latina ha sido la de acapararse productos agropecuarios y las materias primas para alimentar sus industrias ‑ explotando esas materias primas en forma primitiva ‑ y establecer medios de transporte convenientes a la rama de producción para explotar en un país determinado.

Ahora bien; a pesar de las trabas imperialistas, una cierta industrialización se ha realizado en los países latinoamericanos ‑ industrias secundarias, se entienden ‑, y esa "industrialización" se ha realizado justamente bajo la influencia del imperialismo yanqui, especialmente en los países más evolucionados económicamente.

Los Estados Unidos se independizan de más en más de Inglaterra en lo que se refiere a materias primas ‑ es sabido que actualmente produce un 72 % del petróleo mundial, un 60 % del acero, un 53 % del cobre, un 80 % del azúcar ‑, adquiriendo en América latina terrenos para plantaciones propias de caucho, fibras vegetales, algodón, café, etc. Y en algunos productos hace la competencia a Inglaterra, ya que es sabido, por el ejemplo, que el monopolio de estado del café en Brasil es apoyado financieramente por el imperialismo inglés, mientras el yanqui desarrolla la misma producción en Colombia y otros países de América latina. Actualmente los americanos realizan tentativas serias para adquirir el puerto de Santos y quebrar definitivamente el monopolio inglés. Eso unido a la característica del imperialismo yanqui, de incautarse de las mismas fuentes de materias primas en los diversos países latinoamericanos, formando poderosos "trusts" que explotan las mismas materias primas en todos los países, y la de imponer sus manufacturas "standardizadas" a los mismos, lo que hace más violentas sus luchas contra su rival, el imperialismo inglés, que se ve cada día más desalojado de sus posiciones.

Esos hechos vienen a demostrar que tanto en el campo internacional como en la América latina ‑ aquí particularmente ‑ los yanquis se incautan de las fuentes más vitales de materias primas, en este periodo histórico de la economía mundial, realizan una creciente colonización de América latina mediante la dominación de la vida económica y política de estos países.

Gran Bretaña trata de resistir por todos los medios los empujes del imperialismo yanqui, apoyándose en las situaciones adquiridas antes de la guerra, pero se ve obligada a contraer compromisos momentáneos, ventajosos, para el capital americano (frigoríficos argentinos, salitre chileno, petróleo en Venezuela y Colombia, etc.). Pero esas "treguas" son utilizadas por los imperialismos para suscitar conflictos, tales como el paraguayo-boliviano, el boliviano-peruano-chileno, el panameño-colombiano, etc.)

Que del compromiso con el capital americano, el inglés se ve obligado a ceder también algunas de sus posiciones económicas lo demuestran hechos recientes e incontrovertibles. Asistimos en este momento al traspaso vertiginoso de muchas industrias y concesiones inglesas a manos yanquis. Tal es el caso de las empresas de electricidad y en gran parte de las tranviarias (Chile, Brasil, Argentina), de los teléfonos y telégrafos, y actualmente el imperialismo yanqui realiza una lucha encarnizada para obtener el traspaso de algunos tramos de ferrocarriles en Brasil y Argentina (ferrocarril de Buenos Aires al ¨Pacifico), hasta ahora monopolio del imperialismo inglés.

En lo que respecta a las finanzas de los diversos países latinoamericanos, salta a la vista cómo de más en más estos países se dirigen con preferencia para sus empréstitos a los banqueros de Wall‑Street. Como se sabe también que es la misión Kemerer la que va "regularizando" paulatinamente las finanzas de los gobiernos latinoamericanos, creando bancos centrales, controlados directamente por los "trusts" bancarios americanos, y reguladores de las finanzas del país.

Todos esos hechos demuestran que la lucha entre los imperialismos yanqui e inglés por la dominación de la América latina se hace día a día más encarnizada, que esa lucha se determina progresivamente en favor del imperialismo yanqui y como consecuencia, tenemos una agravación de los conflictos interimperialistas en América latina ‑ parte considerables de los conflictos mundiales ‑ cuya agudización hace que este sector sea cada día más un factor de guerra interimperialista.

VI. La guerra mundial y la América latina

La apreciación de las tesis del 6° congreso de la I.C. sobre la cuestión colonial en lo que a la América latina respecta es completamente exacta, cuando afirma que "la creciente expansión económico-militar de los Estados Unidos en los países de América latina, convierte a este continente en uno de los focos más trascendentales de las contradicciones de todo el sistema colonial imperialista". En efecto, como lo hemos señalado varias veces en el curso de la exposición, los conflictos interimperialistas se agraven de más en más, ya que la América latina es además del sujeto, el objeto de esa lucha interimperialista para la dominación mundial.

Si en el orden internacional asistimos a un continuo reagrupamiento de fuerzas imperialistas, ello se debe justamente al propósito de sumarse a uno de los bandos ‑ Inglaterra o Estados Unidos ‑ con el objeto de poder participar en la redistribución del mundo colonial.

En efecto, si bien las diversas potencias capitalistas giran como satélites alrededor de Inglaterra y de Estados Unidos, tratan al mismo tiempo de jugar un rol independiente y a su vez devenir el punto de concentración de otras potencias. Es el caso en particular del imperialismo francés y del japonés. El reciente pacto naval anglo-francés ‑ sea cualquiera la suerte que corra ‑ no ha sido otra cosa que una alianza de guerra de esos dos países con vistas a la lucha armada contra el imperialismo yanqui para destruir su poder mundial.

Por otra parte, el Japón, que hasta después de la guerra estuviera ligado con Inglaterra, actualmente también, se esfuerza por desempeñar un papel independiente.

La Conferencia naval de Washington, en 1922, que estableció la proporción de 5‑5‑3, reconoció "oficialmente" el poderío de Japón. Es indiscutible que Estados Unidos trata de influenciar dicho país para alejarlo de las "combinaciones inglesas", y como síntoma de eso tenemos que Japón ocupa el primer puesto en la importación y exportación de Estados Unidos.

Se ha dicho, y con razón, que el teatro de la nueva guerra imperialista será el Pacifico. Si consideramos que la guerra del Pacifico está a la orden del día debemos también tener en cuenta cuales son los preparativos que hacen los imperialistas en nuestro continente con vistas a esa guerra. En ese sentido, podemos observar como los Estados Unidos preparan sus posiciones estratégicas en las costas de la América latina bañadas por el Pacifico. Después de ir "adaptando" y reforzando más los medios de defensa del canal de Panamá, Estados Unidos se apresura en la construcción del de Nicaragua. Después de preparar las diversas bases navales del Mar Caribe, con vistas al pasaje rápido de esa flota al Pacifico, los Estados Unidos obtienen posiciones estratégicas en la costa pacífica de los países centro-americanos. Y no es un misterio para nadie que los conflictos actuales entre el gobierno colombiano y Estados Unidos ‑ a cuya resistencia a las pretensiones yanqui no es ajena Inglaterra ‑, tiene como orígenes, además de las concesiones petrolíferas de la región de Zulia, el querer obtener concesiones territoriales para hacer una base de abastecimiento de su flota en el Pacifico.

A pesar de los "desmentidos patrióticos" del gobierno ecuatoriano, respecto de la venta de las islas Galápagos a los Estados Unidos, cuando un diputado nacional pedía se le autorizara a hacer conocer la forma en que se había hecho la transacción, la Asamblea no autorizo su publicación "por tratarse de un asunto secreto y reservado". Pues, bien, esas islas serán vendidas a los Estados Unidos, y estos harán de ellas bases navales.

Y la cuestión de Tacna y Arica, de cuya solución tanto hablan los patrioteros de los dos países, ¿qué es, sino otro triunfo y adquisición estratégica de posiciones del imperialismo yanqui? No se conoce todavía el texto íntegro del tratado entre Chile y Perú, pero se sabe desde ya que el puerto de Arica será "neutral", bajo el contralor directo del imperialismo yanqui; y que en ese puerto podrán depositarse o transitar elementos bélicos cuando el árbitro lo crea conveniente. Todos esos hechos, agregados al hecho fundamental de la creciente dominación económico-militar de los yanquis en América latina, particularmente en los países bañados por el Pacifico, demuestran que los Estados Unidos preparan "su base" para la guerra del Pacifico. Y la potencia política americana se extiende en el Oriente, ya que después de la traición del Kuo‑min‑tang este ha obtenido el apoyo "benévolo" de los Estados Unidos y el gobierno "nacionalista" de Nankín no es otra cosa que un agente del imperialismo yanqui. El poder del imperialismo americano llega hasta las mismas colonias británicas ‑ en la India, por ejemplo ‑, donde alcanza a desempeñar un rol "progresista" colocando sus capitales para el desarrollo de la industria "nacional".

Los hechos precitados demuestran que en la gran guerra que se aproxima, nuestros países han de jugar un rol de primer orden, y es preciso, prepararlos para dar un golpe mortal al imperialismo y conseguir la independencia económica, política y social de estos países.

VII. Características de la América latina

Hemos dicho ya que el periodo actual de "estabilización" capitalista significa una mayor presión del capitalismo imperialista sobre las masas trabajadoras ‑ presión aún más fuerte en los países coloniales y semicoloniales; al mismo tiempo que una agudización de la lucha entre los imperialistas por la dominación de los países.

En América latina, la penetración imperialista, tanto inglesa como yanqui, no ha jugado un rol progresista, sino que ha servido para deformar la vida económica de estos países; no ha desarrollado las relaciones capitalistas, manteniendo la explotación semifeudal y semiesclavista de las masas trabajadoras.

No asistimos, pues, actualmente, a una "descolonización" de estos países, sino por el contrario, a su colonización. En el segundo punto del orden del día, se analizará este problema. Creo, sin embargo, necesario plantear algunas cuestiones que sirvan para precisar cuál es el rol del imperialismo en nuestra vida económica y política, para poder establecer con mayor exactitud, nuestra táctica frente a la guerra. Para comprender el carácter de la revolución en América latina, es entonces, necesario tener en cuenta que la independencia de estos países , realizada a principios del siglo pasado, ha sido una independencia de forma, puesto que el imperialismo ha intervenido directamente en la misa, impidiendo el desarrollo normal de una burguesía agraria e industrial independiente, sino que conservando el régimen de explotación semifeudal, dejando que la economía se desarrollara en forma primitiva y de acuerdo a los intereses imperialistas.

Por esta razón, la burguesía nacional estuvo vinculada desde su nacimiento con el imperialismo, transformándose en agente del mismo, ayudándolo en la explotación de las masas trabajadores indígenas, con tal de participar de las ganancias que el imperialismo obtenía en estos países.

Hoy, es tal el estado de deformación de la economía nacional y su dependencia del mercado exterior, que toda tendencia a crear una economía nacional independiente dentro de los cuadros de la legalidad burguesa, esta llamada al fracaso. Únicamente una revolución democrática-burguesa dirigida contra el imperialismo y los grandes terratenientes, puede crear las condiciones para ese desarrollo independiente.

De ahí, entonces, que todas las manifestaciones demagógicas de la pequeña burguesía y la burguesía industrial naciente, respecto del desarrollo económico independiente de los países latinoamericanos, no pasan de ser manifestaciones liricas, cuando no está tras de ellas, la mano de un imperialismo ‑ particularmente el americano ‑, que tiene interés en colocar los capitales para la "industrialización".

Es el caso típico de la Argentina, donde la burguesía industrial naciente se ha dado la fórmula de "la Argentina debe bastase a sí misma", es decir, debe crear una industria "propia" mediante la introducción del capital extranjero (léase yanqui) ‑ o de la burguesía agropecuaria, "compremos a quien nos compre", compremos a Inglaterra, que es la que nos compra nuestros productos. En los dos casos se trata de satisfacer los propios intereses, satisfaciendo los de uno u otro imperialismo.

De aquí que la verdadera lucha por la independencia nacional debe realizarse contra la gran burguesía nacional y el imperialismo, de lo que se desprende que el carácter de la revolución en América latina, es el de una revolución democrático-burguesa. Pero, las conquistas de esa revolución podrán llevarse a cabo, únicamente si se tiene en cuenta que las masas obreras y campesinas serán la fuerza motriz de la misma y bajo la hegemonía del proletariado.

Esa revolución deberá poner en primer plano: la lucha contra los grandes terratenientes; por la entrega de la tierra a quienes la trabajen; lucha contra los gobiernos nacionales, agentes del imperialismo; lucha contra el imperialismo y por el gobierno obrero y campesino.

Sería un error grave el sobreestimar el rol de la pequeña burguesía y de la burguesía industrial naciente, como posible aliada de la revolución antiimperialista. En algunos casos podrán ser aliados momentáneos; pero, la fuerza motriz de la revolución deben ser los obreros y campesinos. En todos los países de la América latina, la pequeña burguesía ‑ salvo las capas pauperizadas o en tren de pauperizarse a causa de la penetración imperialista ‑, y la burguesía industrial naciente, están ligadas directamente a los intereses imperialistas.

En algunos países, los gobiernos pequeño-burgueses, agentes directos del imperialismo yanqui, se han transformado en gobiernos nacional-fascistas (Ibáñez, Leguía, Siles, Machado, etc.), y otros que se pueden calificar de nacional-reformistas por su demagogia obrerista (Argentina, Uruguay, Ecuador, etc.), se están transformando de más en más en gobiernos fuertes con vistas al nacional-fascismo.

El gobierno pequeño-burgués de México, pasa del nacional-reformismo, al nacional-fascismo, capitula ante el imperialismo, impide todo desarrollo de la revolución agraria, suprime las pocas conquistas de la revolución del 17 y desencadena la reacción contra las masas trabajadoras y su vanguardia, el Partido Comunista.

En general, al mismo tiempo que asistimos a una mayor presión del imperialismo sobre las masas trabajadoras de estos países, se nota un proceso hacia la formación de "gobiernos fuertes", tipo nacional-fascista, en toda América latina, que tienden a impedir toda acción de masas contra ese aumento de explotación.

La tendencia actual del imperialismo es la de crear gobiernos nacional-fascistas con una organización estatal y un servicio perfecto de policía, listo para reprimir toda manifestación de descontento obrero o insurrección de las masas campesinas, y reservar su intervención armada únicamente para los casos de no sumisión absoluta del gobierno "nacional", o de su imposibilidad de reprimir por sí solo, los movimientos insurreccionales.

Al gobierno yanqui le resulta menos oneroso "sostener" al gobierno de Ibáñez y su aparato estatal que le permite la colonización "pacifica" del país, que la ocupación armada de Nicaragua.

Respecto de la "justificación" de las diversas formas de penetración imperialista en América latina y los que las favorecen, es necesario decir algunas palabras.

Empecemos por: a) la filosofía americanista respecto a la necesidad de reemplazar la intervención armada ‑ costosa e impopular ‑, por la conquista de los gobiernos "nacionales". Seguramente todos ustedes habrán leído a fines del año pasado, las discusiones habidas en el "Instituto de Williamstown", cuya misión es la de crear esa filosofía americanista, por la cual se justifica jurídicamente la penetración imperialista en América latina. Ese instituto, después de una gran discusión, tomo una resolución por la cual se consideraba que "las intervenciones armadas no eran siempre necesarias y había que considerarlas como agresividad indebida por parte de una grande y poderosa nación en los asuntos de una nación débil y atrasada". Según el Instituto, se debía renunciar a esa intervención armada puesto que "las naciones poderosas, por medio de la penetración económica, obtienen el control de un país atrasado", y si las intervenciones de Estados Unidos se hicieron necesarias en otras épocas en el Caribe, eso fue "debido a que las deudas de esos países con naciones europeas, hizo temer que estas últimas se apoderaran de las aduanas y sus territorios, haciendo que los Estados Unidos encargaran a banqueros norteamericanos para hacerse cargo de las deudas y establecer el control de las finanzas de esos países". En esos casos ‑ continua el Instituto ‑, "no puede llamarse imperialismo; es la protección de los pueblos débiles". Agrega luego: "Después de haber pagado nosotros a Colombia la cantidad de 25 millones de dólares como indemnización para obtener las concesiones de petróleo, en un esfuerzo para adelantarnos a los intereses de la "Dutch Shell", ¿se nos puede titular imperialistas por eso? ¿O se puede titular de imperialista a los Estados Unidos por su actitud de 1921, relativa a la retroactividad del artículo de la ley mexicana del petróleo? ¿o se nos puede titular por imperialistas por la enmienda Platt, que acuerda a Estados Unidos algunos derechos en los asuntos de Cuba para defender nuestros intereses?" A esas preguntas, como es lógico, el Instituto, contesta que no, "El asunto está ‑ y en eso reside la nueva “filosofía” americanista del Instituto ‑, en saber si esa política es: primero, buena para todo el pueblo de Estados Unidos; segundo, si lo es para el pueblo de América latinan; y tercero, si lo es para los otros pueblos del mundo".

Como se ve, no puede expresarse en tan pocas palabras, y con mayor cinismo, toda la política imperialista de Estados Unidos. Primero, se trata de saber si el "pueblo" de Estados Unidos ‑ entiéndase: los grandes "trusts" financieros americanos y la aristocracia obrera de ese país ‑, obtienen beneficios de la colonización de América latina; segundo, si la burguesía nacional, venal y corrompida, está o no interesada en la penetración del imperialismo yanqui; y tercero, si los otros "pueblos" del mundo, o sea los otros países imperialistas, realizan o no la misma política rapiña en las colonias.

b) Pero si los imperialistas yanquis se esfuerzan para crear esa filosofía americanista, no es menos cierto que las burguesías nacionales de América latina, ‑ y gran parte d la pequeña burguesía ‑, tratan a su vez de inculcar en las masas, la teoría del fatalismo respecto de la penetración imperialista en América latina, llegándose hasta el caso servil y repugnante de Leguía, en el discurso de recepción a Hoover, en el cual dijo que "ni los ruidosos clamores de los que disputan al coloso del norte su papel de dirigente, ni aun bajo el manto de una transformación de la doctrina de Monroe, en favor de una intervención cuando en realidad la doctrina ha sido y sigue siendo un baluarte de nuestra libertad. Monroe proclamo la personalidad de América en medio de la libertad, y vos, por vuestra visita, vais a garantizarla por medio de la expansión económica". De manera que, en pocas palabras, Leguía asegura a Hoover el apoyo incondicional de los diversos gobiernos reaccionarios de América latina, para el derecho a su expansión económica en los mismos.

En lo que respecta a otras corrientes de la burguesía o pequeña burguesía que hacen gestos demagógicos contra el imperialismo, en realidad también facilitan su penetración. Ellos temen tan solo que la intervención brutal del imperialismo yanqui pueda despertar el sentimiento nacionalista revolucionario de las masas y provocar una lucha armada antiimperialista. Se justifica la penetración "pacifica", pero no violenta, del imperialismo. En el caso de la amenaza yanqui de intervención en Colombia, que originó la protesta en diversas capas de la burguesía latinoamericana, "La Nación" de Buenos Aires, escribía lo siguiente: "El capital norteamericano, que llega a las repúblicas latinoamericanas como anuncio de civilización y progreso; llamado a embellecer sus ciudades, a multiplicar sus caminos y a fecundar su economía, no se vuelva en razón de la doctrina intervencionista, en imperialismo embozado". Esa es la opinión de la burguesía liberal, pero, ¿creéis que ella difiere de las de los socialistas? Absolutamente, no. "La Vanguardia", órgano del Partido Socialista Argentino, en esa época, después de lamentar con los mismos argumentos que "La Nación", la actitud "agresiva" del imperialismo yanqui, decía: "se hace, pues, indispensable, si esas relaciones han de mantenerse, que las inversiones yanquis no constituyan un peligro para los países que necesitan el dinero yanqui y pagan por él buenos intereses o le garantizan de hecho una ganancia no despreciable". La filosofía de la fatalidad ‑ contra la cual hay que luchar con toda energía si se manifiesta entre las masas trabajadoras ‑, de la penetración imperialista y de la inutilidad de resistirla, toma cuerpo también en ciertas capas de la burguesía liberal latinoamericana. Yo tomo como ejemplo, a un escritor mexicano, García Naranjo, que seguramente los compañeros delegados de México, han de conocer, el cual en un libro reciente del que la prensa argentina ha publicado extractos, refiriéndose a la situación de México y a la de Nicaragua, explicaba "como las medidas económicas son más eficaces que os procedimientos de guerra para hacer capitular a los pueblos débiles. En frente de Sandino ‑ continúa el escritor nombrado ‑, Coolidge perdió la serenidad y dio orden a sus soldados para que lo sometieron por la fuerza; enfrente de Calles ‑ que parecía decidido a no respetar los intereses norteamericanos ‑, el presidente yanqui sugirió un bloqueo económico. Y allí están los resultados: mientras el general Calles está completamente sometido a la Casa Blanca, el general Sandino sigue dándole guerra a los soldados de Estados Unidos".

De esos hechos, García Naranjo extrae como conclusión, que desde el momento en que es imposible a los pueblos de América latina, escapar a la colonización yanqui, es mucho más conveniente aceptar el método de Calles que el de Sandino. "Resultado ‑ dice García Naranjo ‑, mientras Sandino por andar luchando contra los americanos, reposará pronto en un cementerio humilde o en la fosa de los héroes anónimos, Calles está encantado con Mr. Morrow, socio de Pierpont Morgan. Sandino será un vencido y Calles un convencido."

c) Que el antiimperialismo pequeño-burgués de algunas capas sociales de la burguesía latinoamericana, no asusta al imperialismo americano, lo dice claramente Robert de Forrest en una intervención realizada en el Instituto americano precitado, el cual afirma que es necesario "entenderse" con ciertas capas de la pequeña burguesía latinoamericana y no utilizar la fuerza armada para dominarlas ya que, dice de Forrest, "el hombre de negocios latinoamericano es un ciudadano tranquilo, que se ocupa de sus cosas y se muestra inclinado a no mezclarse en política. En privado admite francamente que acoge la cooperación de Estados Unidos y también, que es por el bien de su país que en ciertos casos se tienen intervenciones estadounidenses; pero en público no expresara esos puntos de vista, pues se encontrara atacado por los elementos políticos que el evita". Y si es posible entenderse con esa capa de burguesía, ¿por qué no ha de serlo con los socialistas, los cuales ‑ por ejemplo, tomamos otra vez los de la Argentina, que son los que típicamente representan la ideología reformista latinoamericana ‑, reconocen el papel "progresista" del imperialismo y la necesidad de traer esos capitales al país, para desarrollar las industrias "nacionales"? Lo único que ellos lamentan es que el capital norteamericano no sea más prudente y amenace con intervenciones, resultado de "la mala política americana", ya que ellos dicen: "preferiríamos, naturalmente, que con el dólar fuera otra cosa: el honesto espíritu de empresa, el legítimo fomenta que toda incorporación de capitales útiles provoca; un nuevo vinculo de relaciones amistosas entre el país de donde el capital sale y aquel a cuyo acervo definitivamente se incorpora. Bienvenido el dólar como emisario de paz, de actividades nuevas, de fomento industrial y comercial". Bienvenido a los países de América latina el imperialismo y el capital financiero yanqui; nosotros les entregaremos nuestras fuentes de producción; les ayudaremos a explotar más intensamente a los trabajadores indígenas, siempre que tenga el "honesto espíritu de empresa" de que hablan anteriormente. Tal es la actitud canallesca y traidora de los socialistas argentinos frente a la penetración imperialista que, como es lógico, no difiere en nada de la de la 2a Internacional, ya que Vandervelde, en una de sus conferencias pronunciadas en Buenos Aires, sobre los progresos alcanzados por la "gran nación argentina" ‑ de la burguesía que le pago sus viajes y sus juergas ‑, que "si bien es cierto que en la Argentina, por ejemplo, los grandes empresas se desarrollan con capitales europeos, no quita eso la importancia a la grandeza de su expansión, puesto que treinta años atrás la situación en Norteamérica era igual a este respecto, y Seligman decía en aquel entonces, que Norteamérica era financieramente una nación deudora de Europa. Hoy todo ha cambiado: Norteamérica es acreedora de la mayoría de los países del mundo".

Conclusión: si Norteamérica ha podido transformarse en una gran nación imperialista, ¿por qué no podría transformarse también en una nación independiente la Argentina? Es la historia del lobo y del cordero y creo que no hará falta refutar las afirmaciones de Vandrvelde, sobre la teoría de que la colonización económico-militar de los países débiles, representa la descolonización y la independencia de los mismos. Es, por otra parte, la ideología traidora de la 2a Internacional.

VIII. La lucha antiimperialista en América latina y las fuerzas motrices de la revolución

También tocaré de paso este problema, puesto que deberá ser discutido en el segundo punto del orden de día, y lo hago solamente con vistas a establecer las fuerzas sociales que están frente al imperialismo, y, por consiguiente, frente a la guerra.

¿Cuáles son las capas sociales interesadas en la lucha contra el imperialismo? Ante todo, es preciso establecer que las fuerzas motrices de la revolución en América latina, son el proletariado y los campesinos. Las demás ‑ como ya hemos dicho anteriormente ‑, se deben considerar como fuerzas auxiliares. La pequeña burguesía ‑ y esta capa social, no tomada en bloque ‑, puede jugar en ciertos momentos un rol auxiliar, puesto que su ligazón con el imperialismo ‑ especialmente el yanqui, en los países donde las fuerzas agrarias están ligadas al imperialismo inglés ‑, se realiza en el transcurso cuando no en el comienzo de la lucha, y si busca el apoyo de las asas trabajadoras, mediante promesas demagógicas, apenas en el poder, impide todo desarrollo ulterior de la revolución democrática burguesa desencadena la reacción contra las masas trabajadoras y se vuelve el perro de guardia más furioso del imperialismo.

Tal es la experiencia que nos han deparado los gobiernos pequeño-burgueses que llegaron al poder, con el apoyo de las masas trabajadoras de América latina.

El único experimento de lucha más o menos largo contra el imperialismo, lo constituye el caso de México. Pero allí mismo, en los momentos más álgidos de la lucha, la pequeña burguesía en el poder, frenó siempre el desarrollo de la revolución agraria, no llevo a cabo las conquistas de la revolución democrático-burguesa, buscó compromisos con el imperialismo, y terminó capitulando ante el en la forma vergonzosa por todos conocida, siendo en la actualidad un agente del mismo.

El programa esbozado al principio de la revolución fue siempre aplicado con oscilaciones (entrega de parcelas de tierra "provisoriamente" a los campesinos, para luego quitárselas por los tribunales; armamento de los campesinos en los periodos de contrarrevolución, desarmándolos luego para impedir que arrancaran por la fuerza la tierra a los latifundistas; participación de los representantes obreros y campesinos en el poder, en los periodos de emergencia, excluyéndolos luego; fomento y ayuda de las fuerzas revolucionarias de Nicaragua, Cuba y Venezuela, para luego abandonarlas a sus propias fuerzas, etc.) y los resultados fueron que a través de esa política, el aparato estatal fue pasando a manos de la burguesía agraria que hoy lo vuelve completamente contra las masas obreras y campesinas.

La revolución mexicana podía cumplir las reivindicaciones de la revolución democrática-burguesa, a condición de desarrollar la revolución agraria, realizar una lucha consecuente contra el imperialismo y esforzarse por extender la revolución a los demás países latinoamericanos.

Pero eso no podía hacerlo la pequeña burguesía. Solo las masas obreras y campesinas, dirigidas por nuestro Partido, podrán llevar a cabo las conquistas de la revolución democrático-burguesa, estableciendo un gobierno obrero y campesino, primer paso hacia la revolución proletaria.

Teniendo en cuenta que en casi todos los paisas latinoamericanos existen condiciones objetivas para la revolución democrático-burguesa, nuestra tarea fundamental para el futuro, una vez que hayamos establecido cuales son las fuerzas motrices de la revolución, es la de crear las vanguardias de lucha que den perspectivas claras al movimiento revolucionario latinoamericano. Sin perspectivas claras para la lucha y sin ideología conformada de nuestros partidos, los próximos movimientos revolucionarios antiimperialistas que se perfilan en América latina, caerán de nuevo bajo la influencia de la pequeña burguesía y de los aventureros políticos sin escrúpulos, que llevarán nuestros países al nacional-fascismo, como en Chile, o al nacional-reformismo, como en México y Ecuador, que no es otra cosa que la primera etapa hacia el nacional-fascismo, que significa una explotación y un sometimiento brutales de las masas trabajadoras del país por la burguesía nacional y en beneficio del imperialismo.

Los socialistas latinoamericanos ‑ que son tan lacayos, o más, del capitalismo que los del resto del mundo ‑, no solo admiten la necesidad de los "gobiernos fuertes", agentes del imperialismo, sino que admiten, también, que el nacional-fascismo representa una necesidad transitoria para "contener la impaciencia de las masas". La prueba de nuestro aserto está en un editorial del 21 de abril de este año, publicado en el órgano oficial del partido socialista argentino, "La Vanguardia". En él se dice que "las mismas dictaduras que parecen ser su negación más absoluta representan solamente un recurso destinado a moderar, a regularizar el ritmo de la evolución hacia el socialismo en aquellos países que por razones de insuficiente capacidad técnica y política, no se hallan en condiciones de superar, dentro de la legalidad, los problemas que ha creado la post-guerra y la impaciencia incontenible de las masas".

Como ven los compañeros, fascismo y socialismo no son sino, dos diversos métodos de gobierno, que la burguesía utiliza para someter y explotar al proletariado, según convenga a la situación del momento.

Conclusión: que solamente el Partido Comunista como vanguardia de las masas obreras y campesinas en lucha, representa la garantía efectiva de que estos podrán realizar las conquistas de la revolución y llevarlas a la práctica.

Fortalecer orgánica e ideológicamente a nuestras partidos, debe ser nuestra tarea inmediata.

IX. El papel de América latina en la guerra. Nuestra táctica y la experiencia latinoamericana de lucha contra la guerra

Para poder establecer el papel que le tocará desempeñar a la América latina en la próxima guerra, es necesario encuadrar a estos países en el marco internacional. Al hacer eso debe tenerse en cuenta que habiéndose establecido que el nudo de las contradicciones imperialistas lo representan Inglaterra y Estados Unidos, y que esas contradicciones se agudizan continuamente en América latina, donde los intereses de los imperialismos entrechocan continuamente, se puede considerar que estos países, en la próxima guerra, serán utilizados por uno u otro imperialismo en la lucha armada interimperialista; o por el imperialismo en general en la guerra contra la Unión Soviética y los pueblos oprimidos.

Además, debe considerarse que toda la estructura económica de nuestros países está modelada de acuerdo a las necesidades del imperialismo, ya que algunos países son sus graneros y proveedores de carne, otros de café y frutas, otros de petróleo y minerales en general, otros de algodón y caucho, etc. Y en caso de guerra deberán conformar aún más su producción a los intereses inmediatos de la metrópoli. En caso de guerra, mientras un grupo de países abastecerá el combustible, otro abastecerá los comestibles.

En cualquiera de los dos casos, la deformación de la economía nacional, ya realizada de acuerdo a los intereses imperialistas, se acentuará todavía y la dependencia de la producción de nuestros países del mercado extranjero los obligará a producir solamente lo que interesa al imperialismo en guerra, produciéndose así crisis graves en la economía de nuestros países.

Si tomamos la Argentina, por ejemplo ‑ cuya economía ha sido deformada casi exclusivamente por el imperialismo inglés ‑, durante la guerra aumentó su producción de cereales y ganado para abastecer a los ejércitos aliados. Toda otra rama de la vida económica argentina quedó paralizada, y eso, mientras produjo ganancias fabulosas para la burguesía agropecuaria y los "compradores", determinó la pauperización de ciertas capas del campesinado y una crisis general de trabajo.

Eso produjo un gran malestar en el interior del país, malestar que trataron los socialistas de desviar por todos los medios, apartando la atención de las masas de las acciones revolucionarias, engañándolas sobre el bienestar que se produciría, mediante el empleo de las ganancias en el desarrollo económico del país.

Veremos en seguida cual debe ser nuestra táctica frente a los distintos tipos de guerra, ligándola con la situación objetiva que se creará en cada país siguiendo las características de esas mismas guerras. Los tres tipos fundamentales de guerra pueden resumirse en los siguientes: a) guerra interimperialista; b) guerra contra la Unión Soviética o contra la revolución de los pueblos oprimidos; c) guerra entre países latinoamericanos, instrumentos del imperialismo.

En el primer caso, es decir: en el caso de guerra interimperialista, nuestra consigna debe ser la de: "transformarla en guerra civil por la independencia del país del imperialismo, por la revolución democrático-burguesa, por el gobierno obrero y campesino". En ese caso, la coyuntura resulta favorable al movimiento revolucionario en cuanto los países imperialistas tienen que concentrar sus fuerzas armadas en la lucha entre sí y no están en condiciones de utilizarlas para la represión de los países latinoamericanos que se independizan del yugo imperialista.

En el segundo caso, en el caso de una guerra contra la Unión Soviética o contra los países coloniales que luchan para independizarse del imperialismo, nuestras consignas deben ser: "ni combustibles ni comestibles para los ejércitos imperialistas que luchan contra la primera república proletaria o contra el movimiento revolucionario de las colonas. Apoyo directo y por todos los medios a la U.R.S.S., disgregando el frente imperialista. Sabotaje por todos los medios de todo lo que tenga relación con el abastecimiento de los ejércitos imperialistas". En estos momentos de efervescencia debe aprovecharse también, el estado de espíritu especial de las masas que se creará como un reflejo de su resistencia a luchar en los ejércitos imperialistas, para incitarlos a la lucha revolucionaria por la independencia del imperialismo.

El tercer caso, caso de guerra entre países latinoamericanos, instrumentos del imperialismo, en que los imperialistas aprovechan su situación predominante en uno u otro país para lanzarlos a guerras entre sí, para anexar partes del territorio o afianzar la situación de un imperialismo, o como fuerzas auxiliarías de uno u otro imperialismo en la contienda mundial, nuestra consigna debe ser la de: "Fraternización, transformación de la guerra entre países latinoamericanos en guerra contra la burguesía, agente del imperialismo. Por la tierra a quienes la trabajan. Por el gobierno obrero y campesino." Esas consignas permitirán movilizar a las grandes masas trabajadoras para la revolución democrático-burguesa, ya que en esas guerras serán reclutadas especialmente las masas campesinas indígenas que sufren la explotación más brutal por parte de la burguesía nacional y de las empresas imperialistas.

La consigna de "la tierra a quienes la trabajan" es la que tendrá el poder de atracción de esas masas campesinas que añoran volver a la posesión en común de sus tierras y que para eso son capaces de cualquier sacrificio.

En América latina tenemos también alguna experiencia respecto de la lucha contra la guerra. Hay que decirlo con toda franqueza: no es de las mejores. En toda ella se ha manifestado abiertamente los peligros de derecha, del peor oportunismo pequeño-burgués.

Aparte el hecho de que en todos nuestros partido existe un "provincialismo" remarcado que se manifiesta a través de una despreocupación por los problemas internacionales, en el centro de los cuales está la cuestión de la guerra, ese "provincialismo" se manifiesta, también, en la falta de ligazón entre la acción de nuestros partidos en el orden continental, a pesar de que tenemos un enemigo común inmediato que combatir: el imperialismo, cuyas garras se clavan por igual y en la misma forma en todos los países latinoamericanos.

Ese "provincialismo" se ha manifestado en forma abierta con motivo del conflicto paraguayo-boliviano. A pesar de ser inminente la guerra, de haberse efectuado encuentros entre las tropas de Bolivia y de Paraguay, y a pesar de saberse que los dos países no eran otra cosa que instrumentos de las miras imperialistas, nuestros partidos, con muy raras excepciones, no realizaron ninguna agitación entre las masas trabajadoras de sus respectivos países para denunciar la inminencia de esa guerra y la esencia imperialista de la misma.

La guerra entre Bolivia y Paraguay debía ser explicada a las masas trabajadoras como una consecuencia directa de las luchas interimperialistas por la conquista de la América latina, y demostrarles a cuantos y cuales mayores males se exponían al no disponerse a luchar con energía contra el imperialismo y sus agentes: los gobiernos nacionales.

En cambio, camaradas, no se hizo nada en ese sentido. Algunos partidos ni publicaron el llamado del Secretariado Sudamericano. Y eso es inadmisible. Hechos semejantes no deben repetirse, su pena de desacreditar toda nuestra actividad frente a las masas.

Hay que decir también que en ese caso, nuestros compañeros, tanto de Paraguay como de Bolivia, no supieron cumplir enteramente con su deber de revolucionarios.

Las causas hay que buscarlas, en gran parte, en la falta de experiencia política de nuestros compañeros, la no conformación ideológica de nuestros partidos, etc.; pero eso no puede eximir de nuestra crítica. Sobre todo si se tiene en cuenta que tanto en Bolivia como en Paraguay existían condiciones objetivas para hacer la propaganda contra la guerra.

En el segundo punto del orden del día se discutirá sobre táctica y allí se establecerá cuál debe ser nuestra actitud frente a los partidos pequeño-burgueses.

Pero quiero citar el caso de Bolivia como ejemplo típico del papel contrarrevolucionario de esos partidos. Temiendo que las masas trabajadoras del país se asustaran por el nombre "comunista", nuestros compañeros entraron en una combinación con grupos heterogéneos del país y formaron el "partido laborista". Ahora bien, en la dirección de ese partido estaban nuestros compañeros; pero cuando el estallido de la guerra se hizo inminente, nuestros compañeros más activos fueron perseguidos y tuvieron que ocultarse para realizar un trabajo ilegal, los pequeños burgueses se adueñaron de la dirección de ese partido, lanzaron proclamas en favor de la guerra, invitando a las organizaciones obreras a apoyar al gobierno en la acción guerrera; en una palabra: hacían propaganda chauvinista.

Las masas trabajadoras, que habían creído que el partido laborista era su partido, se encontraban desorientadas frente a las declaraciones patrioteras del mismo y se pudo asistir al hecho bochornoso de que la mayoría de las organizaciones obreras hicieran manifestaciones en favor de la guerra. La inactividad de nuestros compañeros, por una parte, la confusión producida en el campo obrero, por otra, hicieron que manifestaciones aisladas de grupos de obreros honestamente revolucionarios ‑ entre ellos anarquistas sinceros ‑ realizaran propaganda contra la guerra.

En Paraguay, donde creíamos tener un partido formado y por consiguiente con más responsabilidad entre las masas, las desviaciones oportunistas y social-patriotas fueron todavía más pronunciadas. El que fuera secretario de nuestro partido, Ibarrola, no solo no incitó a los otros compañeros a una acción efectiva contra la guerra, sino que había preparado ya la publicación del órgano del partido, con un editorial completamente chauvinista, precedido de fraseología hueca respecto a la "paz", pero acusando a los "borrachos bolivianos" de querer la guerra. Por consiguiente, había que "defender al país", invadido por las "hordas" de Siles. Después de la reorganización de la dirección del partido, y con la ayuda de nuestro Secretariado, se realizó cierta propaganda contra la guerra; pero allí también fueron más activos que nosotros algunos elementos anarquistas, si bien dando una forma equivocada a su protesta contra la guerra que materializaron mediante la deserción.

Sin embargo, como hemos dicho, existían condiciones objetivas para nuestra propaganda. Tanto los campesinos indígenas de Bolivia y como los del Paraguay no iban con "entusiasmo" a la carnicería, primero por tratarse de una guerra a realizarse en una región en que más que la acción armada era de temerse la de los insectos venenosos y la inclemencia del tiempo, y segundo, porque la movilización se había realizado en la época de la cosecha y, de no realizarse la recolección, se exponía al hambre a sus familias. Y eso se manifestó al desmovilizarse, en que hubo conatos de rebelión de los campesinos, debido a que a la vuelta se encontraron sin la cosecha y con el hambre en sus hogares.

Hay que señalar, también, que nuestro partido de la Argentina, si bien realizó una propaganda general contra la guerra boliviano-paraguaya, no organizo una acción efectiva contra la misma, limitándose a denunciar el pasaje de armamentos para los países beligerantes por territorio argentino.

Nuestros compañeros del Perú tampoco se han ocupado seriamente del asunto de Tacna y Arica ‑ cuyo arreglo ultimo por parte de Leguía produjo descontento en ciertas capas de la población ‑, para ver si era posible, bajo la consigna dela autodeterminación y del plebiscito mediante el contralor obrero y campesino, organizar la resistencia activa de las masas obreras y campesinas de esa región contra el arreglo "salomónico" impuesto por los yanquis, que reserva para los mismos puntos estratégicos para la guerra en el Pacifico y también una base de operaciones militares para aplastar cualquier movimiento insurreccional de la América del Sur.

En lo que respecta a la experiencia de la Argentina, podemos decir que en la lucha contra los peligros de guerra también se ha perfilado claramente la desviación oportunista y socialdemocrática frente a la acción, representada por Penelón y sus adláteres, hoy en el campo de la contrarrevolución. Los compañeros de la Argentina intervendrán en este debate y nos explicaran más detalladamente esa experiencia que es útil sea conocida por todos los compañeros delegados y que demuestra como los oportunistas, que empiezan siempre poniendo reparos a las consignas revolucionarias del partido, a pesar de estar de acuerdo "en general", pero arguyendo que es preciso "contemplar la situación especial del país", terminan luego por desenmascararse en el momento de la acción, porque en el fondo temen la acción revolucionaria de las masas contra la guerra y tratan de sabotear la revolución.

En fin, se puede verificar en general que el peligro más grave para nuestros partidos es el de la subestimación de los peligros de guerra como consecuencia de su "provincialismo". Teóricamente, se comprende el peligro de guerra, pero se considera como una cosa lejana o que en todo caso no tendrá como teatro a los países de América latina. Estos desempeñaran un papel secundario: tal es la opinión de algunos compañeros.

Creo repetir un lugar común al decir que en la guerra próxima nadie restará neutral, por la misma razón que será una guerra imperialista por la dominación mundial, y que, por consiguiente, es necesario que cada partido estudie detenidamente la situación económica, política y estratégica de su país, la coloque en el marco internacional y vea cual es el rol que su país desempeñará en la próxima guerra. Solo así se podrá organizar la acción efectiva contra la misma. Darle una visión clara a nuestros partidos respecto de la ineluctabilidad y de la inminencia de la guerra, debe ser parte integrante de la preparación de la acción contra la misma.

X. Nuestras tareas frente a los peligros de guerra

Camaradas: me acerco al final del informe. A través de la exposición hemos podido verificar, al analizar la situación internacional, que los conflictos interimperialistes ‑ anglo-americano, particularmente ‑ se agudizan constantemente; que cada una de esas grandes potencias imperialistas trata de agrupar bajo su dirección a potencias menores con vistas a a guerra por la hegemonía mundial y hemos comprobado, sobre todo, la consolidación siempre creciente de la Unión Soviética, en el camino de la construcción del socialismo y el desarrollo del movimiento revolucionario mundial, factores fundamentales de la inestabilidad creciente del régimen capitalista.

La extensión de las esferas de influencia mundial, el mercado exterior, constituyen la condición "sine qua non" de los países imperialistas para evitar sus crisis catastróficas.

Si se tiene en cuenta que la América latina representa uno de los mercados de colocación más importantes para los productos manufacturados y los capitales, y para la obtención de materias primas, se comprenderá como el sector latinoamericano se transforma de más en más en uno de los sectores en que las luchas interimperialistas se hacen más agudas y donde los choques de los intereses imperialistas tendrán repercusiones desastrosas para la economía nacional, creando situaciones objetivamente favorables para el desarrollo de grandes movimientos de masas, y para la revolución agraria y antiimperialista.

Para la América del Norte, la colonización de la América latina y su dominación indisputada representa una necesidad imperiosa, porque así lo requiere su situación interior, donde existe una crisis de superproducción, y la obtención del mercado exterior es la condición para evitar una crisis catastrófica de su economía. Pero al mismo tiempo que necesita del mercado latinoamericano para sus exportaciones, por "razones internas" se ve obligado a levantar barreras aduaneras para defender la producción nacional, que obstaculizan la introducción de ciertos productos agropecuarios y materias primas provenientes del mercado latinoamericano. Ello crea crisis en esos países, levantando grandes olas de descontento. De allí que necesite conquistar por todos los medios puestos económicos de comando en todos los países latinoamericanos, crear y sostener regímenes nacional-fascistas que impiden toda manifestación de descontento entre la masa trabajadora.

Es así como trata de adquirir ‑ desplazando a los ingleses ‑, los ferrocarriles de la Argentina y Brasil, habiendo adquirido ya los de Chile, Perú y otros países latinoamericanos; además, como lo hemos dicho, de las teléfonos, telégrafos, usinas eléctricas, etc., que van pasando de las manos ingleses a las americanas.

Por su parte, Inglaterra trata de detener el avance del imperialismo yanqui y evitar ser desplazada de sus posiciones de América latina, aferrándose a las situaciones conquistadas en los países del Sur (Argentina, Brasil y Chile) para contrarrestar la ofensiva. De ahí que como contestación al viaje de Hoover, se haya resuelto el envío de una delegación comercial a estos países ‑ presidida por lord D'Abernon ‑ donde las relaciones comerciales han sufrido fuertes quebrantos.

Inglaterra se propone aprovechar la situación de descontento de la gran burguesía agraria de estos países ‑ particularmente la Argentina ‑ frente al aumento de los aranceles norteamericanos, que le cierra el mercado para gran parte de su producción agropecuaria, y el descontento de los productores de café de Brasil ‑ cuyo monopolio trata de quebrar Norteamérica, lo que produciría una catástrofe en la economía brasileña ‑, para atraer de nuevo a esos países al mercado inglés.

Bajo el lema de "compren a quienes les compran" ‑ Inglaterra es el primer comprador de productos agropecuarios ‑, presiona sobre estos países, amenazándolos con que si no se adaptan a las necesidades de la producción inglesa, ella se verá obligada a abandonar estos mercados, aumentando su intercambio con los dominios y produciendo crisis catastróficas en estos países.

Todos esos hechos hacen que las contradicciones angloamericanas en América latina se agudicen de más en más y bien es sabido que en los conflictos armados, tales como el paraguayo-boliviano, ocúltanse los ingleses y americanos, que cierta orientación reciente de Bolivia hacia la Liga de las Naciones ‑ a pesar de ser un país dominado por el imperialismo yanqui ‑, puede interpretarse como manifestación de protesta por la solución dada al asunto de Tacna y Arica, es obra exclusiva del imperialismo inglés.

En el segundo punto del orden del día se hablará de la situación objetiva del movimiento revolucionario de cada país. Yo diré tan solo que en casi todos los países de Latinoamérica asistimos actualmente a un gran despertar de las masas trabajadoras, a grandes movimientos cuyo desarrollo revolucionario posterior dependerá de quienes tengan la dirección.

Pero si verificamos que existen en estos países todas las condiciones objetivas para el desarrollo de los movimientos revolucionarios, debemos comprobar también que nos faltan las fuerzas subjetivas, ya que ni nuestros partidos ni las organizaciones sindicales, por su composición social, por sus métodos de organización e ideología, están en condiciones de aprovechar completamente esa situación objetiva.

La desproporción entre los factores objetivos, y los subjetivos es muy grande, y tomar las medidas para hacerlas desaparecer será una de las tareas de nuestra Conferencia.

El congreso de Montevideo, que ha creado la Confederación Sindical Latinoamericana, ha realizado un gran paso hacia la conformación de las organizaciones sindicales revolucionarias de la América latina, a las necesidades de las luchas que se aproximan. Pero allí, como acá, podemos comprobar que es preciso adaptar nuestro trabajo a la estructura de nuestros países, que es la de países coloniales y semicoloniales.

Para realizar con eficacia la lucha contra el imperialismo y la guerra es menester organizar en los sindicatos a los obreros que trabajan en las empresas imperialistas (empresas de transportes, puertos, minas, plantaciones, obreros agrícolas en general, etc.) y hacer ingresar a los mejores en nuestros partidos.

Las consignas que hemos lanzado contra la guerra, para que no queden en el aire, es preciso que cuenten con sus ejecutores, que deben ser los obreros de la rama de producción en que debe llevarse al cabo el sabotaje. "Ni combustibles ni comestibles para los ejércitos imperialistas que luchan contra la Unión Soviética y los pueblos oprimidos", presupone la existencia de Comités de acción contra la guerra en las empresas de transportes, en las minas, en los frigoríficos, en los puertos, etc. "Transformación de la guerra imperialista en guerra civil contra el imperialismo y la burguesía nacional, etc.", presupone la organización de los campesinos y de los obreros agrícolas para que, conjuntamente con los obreros de las ciudades, pueden llevar a cabo esas consignas. "Apoyo directo y por todos los medios a la U.R.S.S. y pueblos oprimidos que luchan contra el imperialismo", presupone una labor antimilitarista seria y persistente, que todavía no se ha realizado.

En fin, para luchar con eficacia contra la guerra ‑ y en general contra la reacción ‑ es preciso dotar a nuestros partidos de aparatos ilegales que le permitan escapar a los golpes de nuestros enemigos.

La Jornada del 1° de agosto ‑ que es la jornada internacional de lucha contra los peligros de guerra ‑, decidida por la Internacional Comunista, debe ser, entonces, el motivo para desplegar una gran campaña para hacer conocer nuestras consignas contra la guerra, pero al mismo tiempo organizar la acción contra la misma.

Sin emprender seriamente los trabajos de organización a que hemos hecho referencia anteriormente, y sin adaptarlos a las características de cada país, nuestra lucha contra la guerra no pasara los límites de la de la socialdemocracia, o sea, de la charla demagógica.

En una reunión especial discutiremos esa cuestión y la acción práctica a realizar, como así también la cuestión de la huelga general para ese día.

Para terminar, compañeros, he de decir que una de nuestras tareas inmediatas debe ser la de elevar el nivel ideológico de nuestros partidos, darle más vida política a los mismos; romper con el "provincialismo" discutiendo más los problemas internacionales, y la forma de hacerlo es la de discutir de inmediato el problema de la guerra y las características que asumirá en nuestros respectivos países.

La lucha contra la guerra será tanto más eficaz, cuanto tengamos partidos comunistas que, por su composición social y su ideología, puedan estar a la vanguardia del movimiento revolucionario antiimperialista; y, por esa razón, el próximo periodo debe caracterizarse por la fortificación orgánica y política de nuestros partidos ya existentes, por la cristalización en partidos de los grupos que tenemos en algunos países, por la conformación de nuestros partidos ‑ legales e ilegales ‑ en la ideología bolchevique. Como decía, la única garantía de lucha eficaz contra la guerra es la existencia de fuertes Partidos Comunistas: teniendo en cuenta esto, se debe combatir, como desviación oportunista de las más peligrosas, la no constitución de verdaderos Partidos Comunistas bajo el pretexto de "la falta de madurez política de las masas", de "favorecimiento" de la reacción.

Lenin, ya en las tesis del 2° congreso, sobre la cuestión colonial, establecía en forma absoluta la necesidad de la creación de los Partidos Comunistas y decía que "una de las más grandes tareas" era la de "la creación de Partidos Comunistas que organicen a los obreros y campesinos y los conduzcan a la revolución".

Eso debe tenerse en cuenta por todos los compañeros de los diversos países de América latina, y comprender que es preciso explicar a las masas cual es la situación de nuestros países: movilizarlas, organizarlas, crearles una conciencia revolucionaria, conquistar a sus elementos más abnegados para nuestros partidos, consolidar los Partidos Comunistas, ligados estrechamente en la acción continental contra el imperialismo, ligar más esa acción con los Partidos Comunistas de las metrópolis, internacionalizarlos más mediante una ligazón constante con la Internacional Comunista; en una palabra: formar los vanguardias revolucionarias que dirijan los movimiento de masas que surgen en todas partes de América latina. Tales son las tareas que nos incumben en estos momentos para poder llevar a las masas trabajadoras a la lucha y al triunfo, y, a través de la revolución democrático-burguesa, su pasaje rápido a la revolución proletaria, al unísono con la revolución proletaria mundial.

Luchar contra el imperialismo es luchar contra la guerra. Destruyamos el imperialismo y habremos destruido las causas que generan las guerras.

Romo (Presidente). ‑ Está en discusión el informe.

Braceras (Cuba). [...]

Ramírez (Uruguay). [...]

Romo (Presidente). ‑ Tiene la palabra el compañero Sala, del Uruguay.

Sala (Uruguay). [...]

Ghitor (S.S.A. de la I.J.C.). ‑ [...] Propongo, entonces, que se pase a cuarto intermedio hasta mañana. (Se aprueba).

(Queda levantada la sesión.)

 

 

 

 

 



[1] K.I.M: Коммунистический интернационал молодежи (КИМ) - Internacional Juvenil Comunista.