Diego Rivera
Defensa y ataque contra los stalinistas
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La discusión Siqueiros-Rivera tiene, por una parte, orígenes y raíces políticas y, por otra, puramente personales.
El partido oficial ha venido usando a Siqueiros en escala internacional como un instrumento para atacar a Rivera a causa de las simpatías de éste hacia los bolchevique-leninistas, cuyas posiciones acepta plenamente. Rivera, debido a estos ataques, se ve ahora obligado a decir algo solamente forzado por la campaña de mentiras stalinistas enderezadas contra él.
Su simpatía hacia los bolchevique-leninistas crea para él la obligación de contribuir económicamente en la medida de lo posible al trabajo de éstos, y este hecho, conocido por los stalinistas, aumenta el odio de éstos hacia Rivera y los hace trabajar cuanto pueden por hacer que aquél pierda su prestigio de pintor y la aceptación que internacionalmente tienen sus trabajos en el público, con objeto de que, si es posible, no venda cuadros para evitar su contribución a los bolchevique-leninistas.
En consecuencia, los stalinistas están interesados en destruir a Rivera como pintor revolucionario, usando diversos instrumentos, entre los que se cuenta Siqueiros, por las siguientes razones:
Primera. Porque tienen que demostrar, o tratar de demostrar, que fuera del partido oficial stalinista no pueden existir artistas revolucionarios deseosos de hacer trabajo revolucionario, pero todavía sin una conciencia política clara, que se agreguen a las filas de los empleados y sirvientes intelectuales de Stalin, miembros sumisos del partido oficial, que sólo sepan responder "sí" a toda decisión de "arriba", negando así no digamos ya el derecho, sino la obligación de todo verdadero revolucionario, que es la de analizar y discutir para mejorar continuamente, por medio de la autocrítica, la acción y línea política de su propio partido, haciendo esto según las enseñanzas de los otros y su propia experiencia.
Segunda. Los stalinistas están interesados en destruir el prestigio de Rivera como pintor revolucionario para evitar que éste, siendo conocido internacionalmente como tal, emplee la posición que le da su reputación artística para el servicio de la Liga Comunista Internacionalista que trabaja en todo el mundo, incluyendo en sus filas a los verdaderos bolchevique-leninistas, preparando la indispensable nueva Internacional, que como una fuerza libre de las desviaciones burocráticas y la corrupción ideológica stalinista, probadas hasta la saciedad por las derrotas en China, entronizando a Chang Kai‑shek; en Alemania, haciendo de Hitler el autócrata del pangermanismo restaurado, que gobierna por medio de la barbarie; y finalmente, conduciendo por sus errores al aplastamiento sangriento del proletariado austríaco y del proletariado español, sin contar otras derrotas como en Cuba, Centroamérica, etc., etc.
Tercera. Los stalinistas están interesados también en destruir, si pueden, o por lo menos empañar la reputación de Rivera en el terreno puramente estético, para hacer que venda cuantos menos cuadros sea posible, y, en consecuencia, dé la menor cantidad posible de dinero como contribución al movimiento de oposición contra la degeneración burocrática stalinista.
Cuarta. Los stalinistas usan a Siqueiros especialmente, porque éste tiene que poner en su acción contra Rivera todo el ardor y empeño de que es capaz para hacer méritos ante el partido oficial y conseguir su reingreso a él y también el tener a su disposición, para cantar su elogio, las revistas stalinistas publicadas en los demás países con el dinero producido con el sudor de los trabajadores rusos, y eventualmente, algún viaje a la URSS, de verdadero turismo "revolucionario", seguido de algunos encargos de pinturas para el gobierno soviético, después de la oratoria efectivista que usará Siqueiros en el próximo congreso de pintores en Nueva York, preparado bajo acuerdo por el partido stalinista, en donde Siqueiros, como delegado, se prepara a hacerse aparecer como el Mesías renovador de la pintura revolucionaria de México y jefe máximo stalinista de la pintura revolucionaria mundial.
Siqueiros tiene que luchar duramente por su reingreso al partido, del que fue expulsado a pesar de estar en la cárcel por comunista al tiempo de su expulsión, por razones juzgadas excesivamente graves por ese partido, y que no tenían nada que ver con ninguna posición de Siqueiros en favor de las alas de oposición, sean de izquierda o de derecha, que hicieron expulsar del partido stalinista a tantos miles de buenos revolucionarios, sino simplemente por indisciplina, por haber desoído las directivas del comité central del partido en su acción sindical de Jalisco, acción que ahora tanto cacarea, y que lo hizo suspender por el comité central para juzgarlo y, en caso de que hubiera lugar, expulsarlo; en esa situación, Siqueiros tomó parte en una manifestación del partido un Primero de Mayo, y fue aprehendido con otros muchos comunistas, los que una vez en la Penitenciaría organizaron una fracción para seguir trabajando desde el interior de la cárcel, y el partido y esos compañeros acusaron a Siqueiros de no trabajar debidamente en la fracción. Este asunto fue publicado ampliamente en el periódico del partido, El Machete.
Freeman[1]‑Siqueiros, por medio de la revista New Masses y en conferencias y discursos de toda una campaña organizada dentro del aparato oficial stalinista, y en sus organizaciones de periferia, entre las calumnias, inexactitudes y mentiras que han usado contra Rivera, repiten siempre la acusación del oportunismo de éste, la que carece completamente de base. Rivera posee toda clase de documentos que prueban la estimación de su trabajo como pintor muralista por los organismos soviéticos a quienes corresponde el arte y la educación de Moscú, donde fue Rivera en 1927 a la celebración del aniversario de la Revolución de Octubre, invitado precisamente como pintor revolucionario; fue elegido profesor de pintura monumental en la Escuela Central de Artes Plásticas de Moscú, se le encargó una serie de frescos para la casa del Ejército Rojo, y le fue encargada otra directamente por los obreros de la fábrica metalúrgica Dynamo, para su club. Estos trabajos no se llegaron a ejecutar a pesar de estar ya hechos los contratos, porque en esa época, hacia mediados de 1928, llegó a la cúspide la agudización de la crisis del Partido Comunista en la lucha entre stalinistas y bolchevique-leninistas, que dio por resultado la expulsión del compañero Trotsky y otros colaboradores de Lenin, y de miles de miembros del PCR. La posición de Rivera en Moscú, dentro de su línea profesional de pintor formando parte del grupo Octubre, que trabajaba bajo el lema: "Se necesita una nueva revolución en la cultura, un nuevo Octubre", se hizo sospechosa también en su línea sindical dentro de la que, contra la opinión de una fracción del Comintern y de Stalin personalmente, había obtenido tras larga discusión en la Internacional Sindical Roja, la autorización para la fundación en México de una tercera sindical, la CSUM[2]; trabajo que realizó en compañía de los compañeros Salvador de la Plaza, Julio Antonio Mella, el cubano Albarrán, José Guadalupe Rodríguez, más tarde fusilado en México, y los delegados ferrocarrileros de los sindicatos mexicanos bajo la influencia del PC. También la posición política de Rivera se hizo desagradable al aparato stalinista en la sesión consultiva de todos los delegados de las diferentes secciones del Comintern entonces presentes en Moscú. Votó únicamente con otros cuatro delegados en favor de Trotsky y su línea política, lo cual, como era natural, se tradujo en la orden dada a Rivera de salir de Rusia, pretextando que su presencia era indispensable en México para la campaña electoral del PC. A su regreso a México en el congreso del partido que se celebró a fines de 1928, Rivera, secundando a Julio Antonio Mella y otros compañeros, sostuvo el asunto de la fundación del CSUM y lo ganó por votación de la masa de obreros y campesinos en contra de la mayoría del comité central del partido, lo cual, naturalmente, agravó su posición política a los ojos de los stalinistas, y finalmente, después de haberse servido de Rivera, no como dice Siqueiros, solamente en ocasiones espectaculares y de relumbrón, sino en trabajos difíciles legales e ilegales, que el mismo Siqueiros desconoce, y de los cuales hablo ahora únicamente obligado por los ataques de él, una vez cumplidos esos trabajos, y a juicio del representante del Comintern en México, Manuilsky, miembro prominente del ejecutivo del Comintern, ya consolidado el bloque obrero y campesino, se expulsó a Rivera, poniendo ridículos pretextos, pero en realidad por trotskista. Obligado también por los ataques de Siqueiros, Rivera hace públicos aquí los dos principales puntos de choque con el comité central de México y Manuilsky, antes de su expulsión.
El principio es la protesta enérgica de Rivera contra la auto-denuncia del partido hecha por el comité central, que acordó poner en El Machete las instrucciones a los campesinos para la insurrección, estando ya declarado por el partido el estado de insurrección, y después de que hacía tres semanas que el gobierno de México confiscaba entera la edición de El Machete, al ser llevada ésta al correo para su distribución en provincias y en la capital, de manera que conteniendo el periódico las instrucciones para la insurrección, y yendo sus ejemplares dirigidos a los diferentes compañeros, era ésta objetiva y prácticamente una denuncia de ellas con nombre y dirección a la policía. Esta maniobra dio por resultado el fusilamiento y aprisionamiento de muchos compañeros, especialmente campesinos.
El segundo es que Manuilsky (el Compañero Pedro), manejando al comité central con su influencia y poder como miembro del ejecutivo de la Internacional Comunista, emprendió contra Rivera una acción coercitiva que él llamó "periodo de conocimiento", y que consistía en tratar de persuadirlo de adoptar sin discusión todo lo que él hacía hacer al Partido de México y la línea general del Comintern, resultante de su degeneración burocrática; como naturalmente Rivera no podía convencerse de lo que los hechos probaban (y han seguido probando) ser erróneo, Manuilsky ensayó "convencerlo" prometiéndole cuanto trabajo quisiera tener como pintor muralista y profesor en la Unión Soviética, a cambio de firmar un documento en que se comprometiera a no atacar la línea general del Comintern, ni discutir la política interior de la URSS, ni tratar de tomar parte en ningún trabajo político en la Unión Soviética. En la sesión final del comité central del PC en donde Rivera mismo votó por su propia expulsión, para significar que cualquiera que siga la línea marxista leninista no podía estar ya en una organización como el partido oficial stalinista; Manuilsky, calificando la acción de Rivera de un "error histórico", conminó a éste teatralmente, en nombre del Comintern y del proletariado mundial, a enmendar su error, declarando su adhesión al partido que lo recibiría de nuevo, si consentía en firmar un manifiesto "putchista" y lleno de bluff; aunque se atacaba al gobierno de México, se ocultaba a los obreros y campesinos el verdadero desarrollo de los acontecimientos, y por lo tanto se les engañaba; manifiesto que jamás se publicó. Se le pedía a Rivera firmarlo, encabezándolo, según dictado del mismo Manuilsky, como un "yo acuso", y se le pedía que autorizara que el manifiesto fuera publicado después que Rivera hubiera salido del territorio mexicano; para "animarlo" a firmar tal manifiesto, Manuilsky mostró a Rivera un mandato regular firmado de puño y letra por la más alta autoridad del Comintern y del estado soviético, nombrando a Rivera para los puestos que él hubiera querido en las organizaciones del arte de la Unión Soviética. La línea en que se especificaban los puestos y trabajos que Rivera debía desempeñar había sido dejada en blanco, para ser llenada según las indicaciones de éste.
Rivera contestó que, no estando su opinión política revolucionaria de acuerdo con lo que se le proponía, no estaba dispuesto, ya que nunca se había vendido a la burguesía, a venderse ahora a una fracción, aunque ésta fuera entonces la mayoría encabezada por Stalin. De manera que en lugar de atacar cobardemente al gobierno burgués de México desde el otro lado de la frontera de los Estados Unidos, e ir después a gozar cómodamente en la URSS de tantos contratos y sueldos espléndidamente pagados con el trabajo y el sudor de los obreros y campesinos rusos, teniendo a sus órdenes el aparato mundial de publicidad y propaganda soviético y del Comintern para aprobar y dar fama a lo que él hiciera, Rivera prefirió seguir luchando en campo enemigo, aunque tuviera que defenderse tanto de los ataques de la burguesía, como de la burocracia stalinista, apoderada del Comintern en el mundo entero.
Rivera, pues, ha resistido luchando a dos fuegos y demuestra con estos hechos que es precisamente lo contrario de un oportunista.
Anteriormente a estos hechos, y respecto a la historia del sindicato de pintores, Rivera no cree que valga la pena responder, puesto que habiendo sido miembro regular del comité central hasta 1929, todo su trabajo hecho en México, menos la serie de frescos en Cuernavaca, hecha después de su expulsión, fue sometida a aprobación y aprobada por el PC, y como Rivera dijera a Manuilsky, el que amenazaba destruirlo como pintor revolucionario, que sus pinturas no han cambiado ni de una línea, ni de una coma, ni de un color; si tenían un contenido revolucionario antes de la expulsión de Rivera del partido stalinista, continuarán teniéndolo mientras existan, y todos los Manuilsky secundados hasta por los Freeman‑Siqueiros nada podrán hacer contra esas pinturas, pero si ahora opinan que son "contrarrevolucionarias", esto demuestra que ellos son los que han cambiado y no las pinturas, lo que el desarrollo histórico de los hechos prueba hasta la evidencia; los testigos son Adolfo Hitler en el poder y el proletariado austríaco ametrallado; el proletariado español aplastado; Chang Kai‑shek en el poder; Mussolini árbitro de la paz y de la guerra en el mundo; la orden al Partido cubano de no apoderarse de las propiedades imperialistas norteamericanas sino después de que la masa lo hubiera hecho, etc. Y finalmente, las declaraciones del último congreso del Comintern, que por corregir los errores ultraizquierdistas del "social-fascismo" y del "frente único solamente por abajo" que dieron el poder a Hitler y "permitieron el aplastamiento de los trabajadores austríacos y españoles", ahora, en un viraje desesperado a la derecha, preconizan el frente único con todo el mundo, hasta con los católicos, el "Father divino" en Nueva York y la burguesía y los banqueros y gobernantes burgueses, con tal que luchen éstos contra el fascismo, es decir, que en 1935 el Comintern stalinista ha negado la lucha de clases negándose con esto a sí mismo, y saliendo del campo de la revolución de Lenin y Trotsky, discípulos de Marx, para entrar de lleno en el reformismo socialdemócrata y social- patriota de más atrás de Kautsky, la misma posición de ayudar la guerra contra la Alemania autocrática a nombre de las democracias burguesas, que tuvo la II Internacional en 1914.
Estas son las principales razones por las que las fuerzas stalinistas se movilizan en ayuda de Siqueiros contra Rivera. Ahora podemos analizar las razones personales de los ataques de Siqueiros contra Rivera.
Primera. Debe exponerse, ante todo, la razón dada en público por el mismo Siqueiros, y contenida en una estadística que él mismo ofreció y, en consecuencia, él responde de ella: Rivera vende en México el 60 % de toda la pintura que aquí se vende; José Clemente Orozco el 20 %; Siqueiros el 8 %, y el resto queda entre los demás numerosos pintores mexicanos; la razón de Siqueiros, la base económica del asunto, no puede ser más clara y evidente. Lucha con un competidor que según él tiene más éxito en la venta, por esto trata de capitalizar el descontento de todos los pintores que, todos juntos, según Siqueiros, venden menos que Rivera solo, para moverlos a su favor contra Rivera; esto es evidente y no puede caber sobre ello la menor duda.
Segunda. Encontrando Siqueiros justificado que su reputación no sea tan amplia como la de Orozco y Rivera, se ha dedicado a criticar al primero y atacar continuamente al segundo, con objeto de hacer conocer su propio nombre de David Alfaro Siqueiros a todos aquellos que todavía no le conocen, pero para quienes son familiares los nombres de José Clemente Orozco y Diego Rivera, logrando esto por medio de la oratoria y la literatura de polémica, es decir, hablando, lo que no pudo lograr pintando; pues según él, dice que tuvo que dedicarse a sus actividades político-sociales que no le permitían sino rara vez ejercer su oficio de pintor.
Tercera. Siqueiros acusa a Rivera de hacer pintura para los turistas americanos que, según él, son casi los únicos compradores de arte en México, lo que en todo caso se debería a que la burguesía norteamericana, debido a su mayor riqueza, ha podido desarrollar más su propia cultura que la burguesía mexicana, y por esto hace culpable a Rivera de ayudar la penetración del imperialismo en México por medio del arte; en cambio, los conservadores norteamericanos, los nacionalistas, dicen que el arte mexicano invade los Estados Unidos, porque los ciudadanos americanos que vienen a México compran pinturas aquí; tanto Alfaro Siqueiros como el Ku‑Klux‑Klan o las "Hijas de la Revolución Americana", están en un error, por cierto bastante ridículo. Por lo que hace a la penetración imperialista del mal gusto norteamericano, en lo que respecta a dibujos en los periódicos de los domingos y las películas de contenido propagandista capitalista y burgués, perfectamente abyecto, así como la influencia que la demanda norteamericana pueda tener sobre la producción de jarros de Guadalajara, monos de Tlaquepaque, sarapes de Saltillo y jícaras de Uruapan, no tienen nada que ver absolutamente con la pintura de Rivera, cuya reputación y mercado internacionales lo ponen enteramente a cubierto de tener que hacer cualquier concesión al público que constituye el turismo norteamericano.
Rivera ha producido siempre la pintura que corresponde al medio material en que él vive, lo mismo antes de venir a México que después que llegó aquí; si los extranjeros que se interesan por el arte se interesan por la pintura de él, es precisamente porque encuentran que ésta expresa el carácter y las condiciones reales y la belleza de México, país donde se producen; y esa actitud, de acuerdo con la realidad, es la base de toda pintura que pretenda tener un contenido revolucionario dentro de una ideología materialista dialéctica. Es una absoluta mentira que Rivera haga ninguna concesión al gusto de la burguesía norteamericana o de cualquier otro comprador; sólo se interesa por la obra de Rivera la minoría cultivada de esa burguesía que, apreciando las cualidades plásticas y la belleza que pueda contener la pintura de Rivera, la adquiere por estas condiciones, a pesar del contenido que pueda molestar sus ideas e intereses de clase, lo mismo ha sucedido con otros artistas revolucionarios como Daumier, Kathe Kollwitz, George Grosz y otros muchos. La acción de la burguesía católica de Detroit pidiendo que se borraran los frescos de Rivera y la destrucción del mural del Rockefeller Center, en Nueva York, por haberse negado su autor a hacer ninguna concesión que cambiara el contenido revolucionario de su obra, y la defensa que de ésta y la de Detroit hicieron los trabajadores organizados y los partidos proletarios, prueban hasta qué punto miente Siqueiros respecto dela pintura mural. En cuanto a la pintura transportable, representa en la obra de Rivera dos tipos de trabajo: el documento, que es la traducción directa de la realidad con objeto de darle materia prima para el desarrollo de sus composiciones, y los cuadros, que sin ser pintura de agitación continúan siendo de propaganda como toda pintura. Pintar un indio con un burro o mujeres con rebozo vendiendo leña o bailando, según la frase de Siqueiros, ¿eso no es propaganda? Evidentemente es propaganda, puesto que tales pinturas exponen la verdadera situación objetiva dentro de la vida del pueblo campesino y obrero en México, como son pinturas de propaganda "La lavandera aplastada bajo el bulto de ropa llevando a su hijo de la mano", de Daumier, el revolucionario de 1848, o las "Cernidoras" o las "Campesinas bañándose", de Courbet, el pintor comunista de 1871. Para ganar su vida y obtener material, Rivera pinta indios con burros, indios cargando fardos en la espalda, obreros trabajando, mujeres en los mercados cumpliendo su función económica necesaria, campesinos bailando en las fiestas que son su única compensación al trabajo. ¿Qué ha pintado Siqueiros para ganar su vida que, según él, no hace concesiones a la burguesía? Él mismo confiesa que ha hecho retratos de damas de la sociedad burguesa que le han sido pagados a quinientos dólares y más. Retratos en México de bellas damas que sirven para hacer que otras le encarguen sus retratos bien pagados. Los amigos de Siqueiros proclaman la obra maestra de éste el retrato de la señora María Asúnsolo bajando una escalera. ¿Quién hace, pues, concesiones a la burguesía?
El atacar a Rivera por hacer pinturas que, como todo objeto de arte, bajo el régimen capitalista, pueden volverse objetos de especulación por parte de sus compradores, objetos que Rivera, según Siqueiros, vende caros, es tan necio y antimarxista como acusar de contrarrevolucionario a un artesano, joyero o zapatero cuyos productos compran los ricos.
No habiendo obtenido jamás un centavo de utilidad con la pintura mural en México, Rivera vive del ejercicio de su oficio, en lo que se relaciona a la pintura transportable, cuadros, dibujos, etcétera, y tiene perfecto derecho a hacerlo; de lo contrario, tendría que vivir de un sueldo burocrático del gobierno o de vender su producción transportable a un precio tal que pudiera ser adquirida por los obreros y campesinos de México, sin que por eso cambiara en nada en forma y contenido el arte de Rivera. Pero desgraciadamente los obreros y campesinos de México no podrían pagar obras de arte cuando tienen que luchar por un salario que les permite apenas no morirse de hambre. Según estadísticas hechas por el gobierno de México y que, en consecuencia, no pueden ser tachadas de parciales por provenir de un gobierno capitalista, prueban que el obrero dispone para diversiones y cidra en México de un promedio de cinco centavos semanales; con esto no es posible ser consumidor de objetos de arte, pues no es posible fabricar cien acuarelas diarias o cincuenta cuadros que pudieran venderse a cinco y diez centavos para poder dar de comer y de qué vivir al pintor. El problema del arte transportable para las masas sólo puede ser resuelto por la pintura y la gráfica múltiple, reproducible en grabados, estampas y reproducciones, y esto sólo puede realizarse por una organización que se convierta en editorial proletaria de obras de arte. En esto Rivera, como cualquier otro pintor de tendencias revolucionarias, está de acuerdo con Siqueiros. Pero esto no es ni nuevo ni mexicano. Hace más de veinte años que todos los pintores de tendencia revolucionaria del mundo entero están de acuerdo con esta idea; pero el hecho de vivir bajo el régimen capitalista hace que hasta ahora no se haya podido realizar tal organización en ningún país del mundo en donde impera el capitalismo. Sin embargo, Rivera está dispuesto a colaborar en México en un ensayo de tal naturaleza.
Rivera, que no pide que obreros y campesinos compren sus cuadros porque sabe que no tienen con qué, ha hecho en México y en el extranjero pintura mural del dominio público, cuya forma y contenido pueden ser útiles a los obreros y campesinos. Para hacerla ha vivido del trabajo transportable que, sin hacer ninguna concesión estética ni ética, puede ser consumido por los sectores de la burguesía que son sensibles a la belleza. ¿Cómo ha empleado el dinero ganado? Después de cubrir las necesidades personales con el confort al que tiene pleno derecho a cambio de su trabajo que le demanda a veces de catorce a dieciocho horas diarias, siendo un artesano explotado y como tal, por sus propios intereses, aliado al proletariado, ha cumplido, sin que esto sea ningún mérito, con la obligación de contribuir a la lucha revolucionaria de los obreros y campesinos bajo la línea política que Rivera encuentra ser la única correcta, la bolchevique-leninista, de la Cuarta Internacional. En algunas ocasiones ha ayudado a trabajadores no organizados todavía a organizarse y encontrar medios de trabajo, como en el caso de los trabajadores mexicanos desocupados en Detroit, Michigan, que querían repatriarse a México y se repatriaron, habiendo advertido Rivera a éstos que en la "patria", como fuera de ella, no encontrarían sino burgueses explotadores de su trabajo, contra los que tendrían que lucharlo mismo en México que en el extranjero, y que solamente los ayudaba para que se convencieran de esto.
Finalizando, se trata de una discusión entre dos pintores que pretenden ser pintores revolucionarios. Así, pues, la última palabra la debe tener el proletariado revolucionario juzgando sus pinturas.
Rivera, pues, invita a los trabajadores de la Ciudad de México a ver las pinturas de los contendientes. Para juzgar de ellas tienen a su disposición la única pintura mural que Siqueiros ha hecho aquí, en la escalera interior del tercer patio de la Escuela Nacional Preparatoria. Allí encontrarán, bien pintados, en el primer piso un ángel bajando del cielo rodeado de flamas; en él descanso siguiente un San Cristóbal; en el techo bajo el tramo siguiente de la escalera una india; más arriba, sobre el muro, la revolución en forma del arcángel San Miguel que derriba a un rey y a un rico, ambos con cuernos de espíritu y cara de diablos. El entierro de un obrero, que se supone haber sido comunista puesto que la caja tiene pintados un martillo y una hoz; en el muro opuesto una pintura sin concluir, y en el techo unos tornillos. Los obreros de Guadalajara pueden ver en la excapilla de la Universidad de esa ciudad la decoración hecha por Siqueiros en colaboración con Amado de la Cueva. En esa decoración ya no hay ángeles, pero si no fuera por las hoces y martillos y uno que otro fusil, no podría saberse jamás por qué los obreros y campesinos pintados allí inmóviles y tiesos, extáticos y misteriosos como figuras bizantinas, son revolucionarios.
Podrán ver los obreros de Buenos Aires la cantina particular del acaudalado propietario del periódico Crítica, en donde Siqueiros pintó un grupo de señoras desnudas en el suelo, en las paredes y en el cielo, volando por arte de magia, y la cantina creo que se llama la "Cámara mágica". Siqueiros exige que se le pregunte no cuántos metros cuadrados de pintura contiene la "Cámara mágica", sino cuántos metros cúbicos, pues asegura haber pintado el ambiente.
Los obreros de Los Ángeles, California, pueden ver la pintura exterior de Siqueiros hecha en la fachada de una escuela, la cual, desgraciadamente, a pesar de la colaboración de químicos e ingenieros de la que habla Siqueiros, y del empleo del cemento y de la brocha de aire, hoy día está casi borrada por la lluvia y el sol; en esa pintura hay obreros trabajando sobre una armadura de acero, uno de ellos hablando en un mitin que tiene de cinco a siete asistentes, los explotadores capitalistas que recuerdan ídolos aztecas, el general Calles vestido de charro y en papel de verdugo, y en el centro de la pintura, por desgracia, un Cristo que debe representar al indio, al peón mexicano, es decir, que la última obra de Siqueiros, que él proclama como un progreso sobre toda la obra de los pintores de tendencia revolucionaria en México, culmina con una representación religiosa, un Cristo, en figura de peón, rodeado de formas que sugieren una aureola y tras de él unos extraños caracteres que parecen la inscripción hebrea que se usa poner siempre sobre la cabeza de los Cristos.
La pintura de Rivera está en la Escuela Nacional Preparatoria en un lugar efectivamente recóndito, el anfiteatro de la Universidad. Allí el proyecto era pintar la historia entera de la filosofía, del pitagorismo al materialismo dialéctico, pero se quedó en el humanismo, y sus figuras sobre fondo de oro parecen mantos de iglesia, hasta mantos tienen. La crítica de que ahora Siqueiros se hace héroe, la hizo Rivera de su propia obra desde 1922, y la pintura de la Preparatoria, perfectamente equivocada, le sirvió para rectificar su línea y planear y ejecutar la serie de frescos de los dos patios de la Secretaría de Educación y escalera de este edificio que son, por cierto, los lugares menos recónditos de él, como no sea la fachada, que por estar llena de ventanas y almohadillados de piedra, no es pintable. Dice Siqueiros que sólo taquígrafos pasan a verla; olvida los festivales durante los cuales se llena el edificio de miles de gentes, niños y adultos, de todas las clases sociales, pero especialmente de la clase obrera; olvida los centenares de maestros y alumnos que van al edificio; los cientos de campesinos que, formando comisiones, lo visitan y que al año suman muchos miles. Olvida que cuando se pintaron esos frescos toda la prensa de México por largos meses dedicó enormes artículos editoriales para atacar a Rivera, y los católicos pusieron el grito en el cielo e intentaron destruir las pinturas, seguramente, porque no habían visto las pinturas, sino las habían soñado. Dice que las pinturas no las conocen los indios de Xochimilco, pero siempre que Rivera va allí a pintar indias de rebozo vendiendo leña en el mercado, es reconocido por estos indios como el que hizo las pinturas de la Secretaría. Y lo mismo le pasa a Rivera en Tehuantepec, en Jilotepec, en Veracruz, y en todas aquellas regiones de la república adonde ha ido, probablemente, porque el contenido y la forma de las pinturas no ha llegado a las masas, y también esas gentes, en su mayoría campesinos y obreros, han debido soñar los frescos, lo mismo que los miles de campesinos que en una manifestación efectuada en las calles de México, en 1929, gritaban a Rivera: "¡Mira, Diego, aquí están ya tus pinturas!"
Siqueiros me acusa de ser valiente con los muertos y cobarde con los vivos por no haber pintado, por ejemplo, las víctimas de la lucha proletaria en México por miedo a los vivos en el poder, y no haber pintado a éstos en el papel político que desempeñan. Concretemos los hechos. Siqueiros, en la pintura mural de México, jamás ha pintado a nadie de los que él pide que se pinten, ni vivos ni muertos. Jamás ha hecho un retrato; tuvo que ir hasta Los Ángeles, California, para pintar a Calles. Rivera lo pintó en su propio Palacio Nacional, de México, dos veces, entre los presidentes, en sucesión vertical de Iturbide y junto a Obregón, a quien sirven de fondo Toral, que se prepara a asesinarlo, y la madre Conchita, Morones, etc., y en la pared que representa el México actual y la perspectiva sobre el futuro, en su papel histórico de gobernante iniciador de la consolidación burguesa de México en conexión con la finanza internacional y naturalmente con la represión de las huelgas y la represión contra los campesinos revolucionarios. Esto lo hizo Rivera en el edificio histórico central del país, en la escalera monumental de él, donde todo el mundo puede entrar tan fácilmente como transitar por la calle y donde miles de campesinos y obreros pasan cada semana, donde el presidente tiene que pasar, y bajo el poder del "Jefe Máximo" de la Revolución, cuando todas las fuerzas oficiales daban al general Calles título sin esperar a que estuviera el general Calles en Honolulú, ni estar Rivera protegido por la frontera de los Estados Unidos como cuando Siqueiros pintó a Calles en California. En el mismo Palacio Nacional, junto con Zapata asesinado por Carranza y Carrillo Puerto por De la Huerta, Rivera pintó a Guadalupe Rodríguez y Primo Tapia, fusilados bajo el imperio callista por ser comunistas y agraristas, revolucionarios de acción; y por apreciar exactamente la acción de los actuales gobiernos comunistas, están pintados tras de un grupo formado por un general y dos camisas doradas que hablan con un caballero de Colón vestido de charro, un campesino y un obrero ahorcados con letreros colgados al cuello que dicen: "Ahorcado por latrofaccioso comunista", y en otro: "Por rebelde agrarista". Ahí está la máquina de hacer dinero debajo del altar de la Virgen de Guadalupe, el fraile explotador, el campesino y los burgueses idiotizados en adoración y contribuyendo al enriquecimiento de la Iglesia. A los lados de la imagen de la Virgen de Guadalupe, tal como se puede ver en la Basílica, una bandera norteamericana y el pabellón tricolor a cuadros de las fuerzas; de Cristo Rey. Apoyando los pies en el techo de la iglesia, la prostituta se reclina en el pecho de un cura mientras un general político le propone mayor precio por sus encantos. Junto a la célula de la educación pública donde un ex rector de la Universidad enseña a los pobres estudiantes las doctrinas del socialismo mexicano cuya significación está hecha con una svástica verde, blanca y colorada.
Dice Siqueiros que Rivera siempre pintó a los obreros y campesinos mexicanos como pasivas masas de siervos cristianos y a los agitadores como apóstoles predicando la doctrina de Cristo. Pueden los obreros y campesinos mexicanos ver en el Palacio Nacional los retratos de algunos compañeros de ellos hablando a las masas, y ver a esta masa ametrallada por un automóvil blindado marcado con la svástica, accionado eléctricamente por el Presidente de la República, y atacados por la policía con fusiles y gases asfixiantes y encima un agitador indicando a las masas el camino de la rebelión, ya está armándose y manejando ya ametralladoras, fusiles y cañones contra el ejército del gobierno capitalista. Después Marx, indicando el camino de la construcción de la sociedad futura; probablemente como Marx tenía melenas y barbas, ahora Siqueiros lo ha confundido con el señor San Pedro o Santa Claus.
Rivera pintó la situación objetiva de los trabajadores de Detroit, por eso ellos defendieron sus frescos contra los católicos; pintó a Lenin en el monumento mayor del capitalismo imperialista americano, por eso su obra fue destruida, y por eso muchas manifestaciones de frente único, de todos los obreros revolucionarios de los Estados Unidos, comprendiendo al mismo Partido Comunista oficial stalinista, obligado a ello por sus propias masas, protestaron por el hecho; Rivera pintó en la New York's School de Nueva York la historia del desarrollo revolucionario de los Estados Unidos desde la guerra de la Independencia hasta la ola de huelgas bajo la NRA[3] de Roosevelt y la ola de huelgas bajo la NRA de Roosevelt y las repercusiones fascistas de Mussolini y Hitler, y su barbarie.
Así, pues, en escala nacional e internacional, es mentira y calumnia lo que asevera Siqueiros, los hechos lo demuestran; y demuestran también que cualesquiera que sean los defectos que Rivera tenga como pintor, como hombre y como revolucionario ni es oportunista, ni tiene miedo a los vivos en el poder, ni es sólo valiente con los muertos. No es necesario que Rivera alargue aquí el análisis de todas sus propias pinturas, porque deja a los obreros y campesinos del mundo el juzgarlas, y como no tiene miedo a los hombres en el poder ni a los burgueses ‑ Calles, Rockefeller, Roosevelt o quienes sean ‑ ni a Stalin o Manuilsky que desde el poder soviético quisieran destruirlo como pintor revolucionario por medio de todos los Siqueiros que se presten a ese trabajo, Rivera tampoco tiene miedo a la crítica ni a la autocrítica, deber elemental de todo revolucionario, y está dispuesto a aprovechar ambas para mejorar su línea y su acción en la pintura que tiende a ser útil a los obreros y a los campesinos del mundo, y está dispuesto a colaborar en tal trabajo con Siqueiros, aunque sea como hasta ahora, Siqueiros hablando y Rivera pintando.
México, diciembre de 1935
[1]. Joseph Freeman. Periodista; en 1926 participa en la fundación de la revista New Masses, publicada en New York.
[2]. Del 26 al 30 enero 1929 se realiza en Ciudad de México la Asamblea Nacional de Unificación Obrera y Campesina, de la que surge la Confederación Sindical Unitaria de México (CSUM). Es elegido como primer secretario general David Alfaro Siqueiros. La CSUM adhiere a la Internacional Sindical Roja.
[3]. La National Industrial Recovery Act (NIRA, Ley de Recuperación Industrial Nacional), es firmado por el presidente Franklin D. Roosevelt el 16 junio 1933. Crea la National Recovery Administration (NRA, Administración de Recuperación Nacional), planteando como objetivo establecer un esquema de competencia regulada, para mantener los precios y promover la formación de sindicatos.